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mano5chi
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Acerca de:Relatos de lo inesperado [Roald Dahl]
Ventajas:Muchos cuentos son ingeniosos, divertidos y sorprendentes a más no poder
Desventajas:Algunos relatos son algo flojos
Siempre me han gustado los finales sorpresa. Es decir, siempre me he sentido gratificado cuando una película, novela o capítulo de serie de televisión termina con un giro imprevisto que obliga al espectador a mirar con otros ojos ciertos elementos de la trama. O que logra soprender hasta tal punto que la historia queda conservada cierto tiempo en la memoria. O que, sencillamente, consigue arrancar una sonrisa merced a un ingenioso acto de justicia poética.
Los finales sorpresa en la vida real me suscitan, como es natural, sentimientos completamente distintos. Pensadlo un momento. ¿Conocéis a alguien que le agrade oír cosas como: “¡Sniff! Según el Predictor…”, “de repente, el pedal de freno…” o “se ha enterado y cambió las preguntas”?

Una amiga bastante lejana, conocedora de este gusto mío por los finales retorcidos (como dicen los ingleses), me habló hace un tiempo de un volumen de relatos cortos que a ella le había encantado precisamente por los giros que se producían al final de casi todas las historias. Debí de mostrarme bastante entusiasmado porque, a los pocos días, me lo dejó, aun a sabiendas de lo que suele suceder con los libros que se prestan. Sin embargo, yo respondí como es debido. Leí los cuentos con avidez, procurando no maltratar el libro en lo más mínimo, y se lo devolví puntualmente.
Es de justicia proclamar que a mí también me gustaron muchísimo. Claro que esta recomendación era jugar sobre seguro. El título del volumen ya es bastante elocuente: Relatos de lo Inesperado (1979), de Roald Dahl.
El autor me resultaba bastante desconocido. Sólo me sonaba que era británico y que había escrito obras destacadas de la literatura infantil como Charlie y la Fábrica de Chocolate o Matilda. Pero bueno, conociendo mi tendencia a juzgar sin tener datos suficientes, mejor que no hubiera leído todavía nada suyo.
En el volumen que nos ocupa encontraremos dieciséis cuentos con ciertas características bastante definidas que, si bien no estoy seguro de que sean clásicas dentro de la obra del autor, van dibujándose en la mente del lector con toda nitidez a medida que se progresa en la lectura.

En primer término, sobresale la brevedad de los cuentos. El ejemplar que tuve en mi poder, publicado por la editorial Anagrama y cuya portada luce un inconfundible tono amarillo, casi fosforescente, consta de 316 páginas. Lo que hace una media de unas veinte páginas por relato. Incluso el lector más lento podrá dar cuenta de ellos en un pispás. Ni siquiera las narraciones más extensas (William y Mary, Placer de Clérigo y Jalea Real), que sobrepasan las treinta páginas de extensión, supondrán ningún problema gracias al ágil estilo de su autor.
El señor Dahl posee la extraña cualidad de lograr transmitir atmósferas completas y detalles exactos acerca de los personajes con un mínimo de palabras. Tal característica me parece tan rara que bien merece que ponga un ejemplo. Aquí tenéis un fragmento extraído del cuento que aparece en segundo lugar, Cordero Asado: “La habitación estaba limpia y acogedora, las cortinas corridas, las dos lámparas de mesa encendidas, la suya y la de la silla vacía, frente a ella. Detrás, en el aparador, dos vasos altos de whisky. Cubitos de hielo en un recipiente. Mary Maloney estaba esperando a que su marido volviera del trabajo”. Ya está. Son apenas cincuenta palabras, pero ¿alguien es incapaz de hacerse una idea del carácter de Mary e, incluso, de la anticuada dinámica que rige su matrimonio? Soberbio.
Este don de síntesis, junto con una abundante utilización del diálogo, brillante por lo versímil e ingenioso que resulta, convierte a los relatos recopilados en este volumen en textos de muy fácil y amena lectura.

Un segundo rasgo a señalar es el aire de familia que puede detectarse respecto al tipo de personajes utilizados. El personaje medio de Relatos de lo Inesperado es un individuo de edad avanzada (desde cincuenta y tantos hasta setenta años) perteneciente a la alta burguesía, con grandes recursos económicos a su alcance y amplia formación cultural. Este culteranismo se refleja en la mención constante de sinfonías clásicas, vinos de calidad, muebles valiosos o cuadros de artistas de renombre. Pero ni estas referencias ni la descripción de la alta sociedad que se hace en la mayoría de los textos suponen gran obstáculo para el lector. La mención de condesas, mansiones lujosísimas, jardines elaborados por prestigiosos arquitectos, internados elitistas o entretenimientos como el bridge o la canasta, además de aportar un toque muy británico a los cuentos, no alienan más que la novela media de Agatha Christie, por ejemplo.

Quizá este tipo de personajes acaudalados sean utilizados como un sutil modo de realzar el tono socarrón que late (con mayor o menor fuerza) bajo la superficie de esta selección de relatos. Para el común de los mortales, los trasnochados preceptos de etiqueta o los prejuicios que alberga esta clase social constituyen un cliché extremadamente risible.
Y es que el humor destaca como la tercera nota dominante de este volumen. Un humor por lo general, cáustico (tan sólo el último relato, Edward, El Conquistador, hace gala de un sentido de la comedia abierto), que arrancará sonrisas cómplices más que carcajadas y que viene derivado, sobre todo, de la denuncia de las desigualdades de poder presentes en los matrimonios. Hasta en ocho ocasiones se presentan mujeres (o maridos) tan buenas/os que rayan en lo pasivo junto a cónyuges mucho más decididos/as (casi déspotas) que, de una manera u otra, amargan la existencia de su compañera/o.
Otro modo de dar un tono humorístico a las narraciones consiste en utilizar el típico tópico del timador (en un sentido amplio de la palabra) timado o en incluir en la trama algún tipo de apuesta que cambiará la vida del que la acepta.
El desenlace de los cuentos también contribuye a añadir valor cómico a la pieza, gracias a un inteligente uso de la elipsis. Estos remates, por demás sorprendentes, como decía un poco más arriba, aparecen planteados con gran esquematicidad. El autor se limita a sugerir para que el intelecto del lector se encargue de completar los huecos. Esto, además de ser gratificante, también hace cierta gracia ya que, como sabéis, la elipsis está en la base de muchos de los chistes que consideramos más graciosos.

Para concluir, hay que mencionar el hecho de que, por más que los componentes humorísticos sean aspectos importantes de los relatos, también encontraremos, a menudo mezclados con éstos, detalles macabros de alta intensidad que revelan la gran penetración psicológica de que era capaz el autor. Sirvan como ejemplo las excelentes narraciones tituladas Cordero Asado, La Patrona, La Subida al Cielo o Jalea Real para ilustrar este punto de vista.
En lo personal, pienso que el dominio de Roald Dahl de estos dos registros tan, aparentemente, alejados entre sí (humor y horror) fue en gran medida responsable de su fama como escritor de libros para niños. Los chiquillos pueden ser muy cabroncetes.

En resumen, Relatos de lo Inesperado es una selección de textos breves sobresaliente. Tan sólo tres o cuatro de los dieciséis relatos recopilados, me parecen algo más flojos que el resto. A saber, Hombre del Sur, Lady Turton, Edward, el Conquistador y, con alguna duda, Gastrónomos.
Entre las narraciones más brillantes podemos mencionar Cordero Asado, Nunc Dimittis, Placer de Clérigo o La Señora Bixby y el Abrigo del Coronel, entre otros.
Si sois de los que disfrutan de los finales sorpresa (al menos en la ficción) y os suelen agradar las muestras de buen humor e ingenio que encontráis por ahí, haceos con este libro sin tardanza.
Fecha:15:50:07 31/08/11
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Votos:no disponible.
Categorías:Ocio y cultura