Sin ningún género de dudas es la cerveza por excelencia de los sevillanos, y por tanto, por algo por lo que se puede distinguir a un sevillano cuando sale de Sevilla.
Es una cerveza de un color de rubia tostada, cristalino, de tipo pilsen, de baja graduación, y sabor ligeramente amargo que debe consumirse bien fría.
Fuera de Andalucía, es una cerveza con no demasiados seguidores, pues en honor a la verdad, no atiende al perfil clásico de lo que en otros lares se considera cerveza, aunque su sabor es inconfundible.
No obstante lo anterior, esta rubita se está abriendo mercado poco a poco en otras latitudes gracias a una excelente campaña publicitaria.
Los formatos en los que podemos encontrar esta rubia son variopintos, desde el típico quinto, pasando por el cada vez más esquivo tercio de cristal, que en lata es más normal encontrarlo, la lata de medio litro que tampoco es demasiado habitual y el litro tanto en vidrio como en envase irrompible.
Pese a que tradicionalmente ha sido una cerveza que ha mantenido un precio razonable, últimamente ha incrementado su precio de forma obstensible, resulta ligeramente más cara que cervezas que compiten directamente con ella, como San Miguel, Águila, Mahou, etc.
Eltítulo de mi opinión, viene en relación con el cambio estético que ha sufrido Gambrinus, pues era un orondo barrigón cervecero, pero si bien os fijáis, hoy ha perdido su barriga, que aunque algunos tachan de que se ha vuelto metrosexual, prefiero pensar que son cosas del photoshop. Lástima de que el marketing se someta a los tiempos y no perpetuen la figura de lo diferente y genuino.