La Catedral de Granada fue una de las muchas sorpresas que me llevé en mi visita a la ciudad. Fue un viaje un poco improvisado con lo que no había buscado nada de información sobre la ciudad. Pensaba visitar la Alhambra y callejear siguiendo los consejos de la oficina de turismo, pero no pude evitar entrar en la catedral al vislumbrar su interior desde fuera.
La entrada no es barata (4,5 euros) si la comparamos con el monumento oficial de la ciudad - la Alhambra cuesta 14 euros - pero os recomiendo que lo paguéis. Eso o mejor, que compréis la Granada Card, que tiene incluidas otras visitas que también merecen la pena.
Nosotros entramos la noche de sábado santo, de forma gratuita y por casualidad. Estábamos de pinchos por la zona y al pasar por delante de ella la encontramos abierta. Eran como las 12 de la noche, pero con el tema de la semana santa todos los horarios de los edificios religiosos se ven alterados.
Lo dicho, que vimos la puerta abierta y para dentro. Estaba en penumbra y a mi me sobrecogió una sensación de majestuosidad que no me había pasado ni en el Vaticano, supongo que tiene que ver con la iluminación. Había unas pocas velas que nos permitieron apreciar el inmenso tamaño del templo y los preciosos retablos del altar mayor.
Está estructurada en tres naves, la central llena de bancos para la oración y las de los laterales diáfanas, lo que me hizo sentir que la catedral era muy espaciosa.
Las paredes se veían perfectas, labradas en piedra con perfección y muy bien conservadas, con unos colores preciosos y luminosos y eso no sólo era por efecto de las velas, porque a la luz del día se veían igual.
La situación es inmejorable. Todos los caminos parecen llevar a ella por un lado u otro y es que da a cuatro calles en mitad del casco antiguo, que es prácticamente peatonal.
Quizá la única pega que le pongo es que las calles son tan estrechas que no puedes tener una perspectiva de la catedral desde lejos y es que por fuera también es impresionante, pero de una manera más común. Catedrales grandiosas por fuera hay a patadas por España.