Único testigo (Witness), se estrenó en 1985 y su fotografía, su fantástica banda sonora, su guión y las interpretaciones de los actores hacen de esta película una de las mejores de los años ochenta. Esta película supuso la confirmación del talento del australiano Peter Weir, al que ya se conocía por “Gallipoli” y “El año que vivimos peligrosamente”.
Samuel (Lucas Haas)es un niño amish de ocho años, que acaba de perder a su padre y que en una visita a la ciudad acompañado de su madre, Raquel (Kelly McGillis), se convierte en el único testigo de un asesinato en los baños de la estación: el de un agente de la brigada antivicio. El policía encargado del caso, John Book (Harrison Ford), le pide ayuda para identificar al asesino, al tiempo que descubre una trama de corrupción dentro de la policía. Book, herido decide refugiarse en la granja menonita de Raquel, para reponerse y a la vez, proteger a Samuel…
**CRITICA**
Es un film más que notable. Por algo recibió ocho nominaciones (mejor película, director, actor principal, banda sonora, montaje, fotografía, sonido y guión original) a los Oscar en 1985, aunque finalmente sólo consiguió los pertenecientes al mejor guión original y al mejor montaje.
El guión es bueno y también lo son las interpretaciones, especialmente la de Kelly McGillis, con una excelente química con su compañero de reparto, Harrison Ford.
Magníficos son también los fotogramas del condado de Lancaster, donde se desarrrolla la bucólica vida de los amish, una vida que más bien parece propia del siglo XVIII en lugar de del siglo XXI.
La trama es bastante convencional: polis corruptos frente a poli bueno que, además, se enamora de la chica. El contrapunto dramático lo aporta el entorno de la chica que nos introduce en el mundo de los menonitas, que no pueden utilizar agua corriente, ni teléfono, ni televisión, y cuyas mujeres trabajan únicamente en la granja y en casa.
**MIS SECUENCIAS FAVORITAS **
-La escena más interesante de la película es el baile entre John y Raquel en el granero, al son del maravilloso tema “What a wonderful world” de Sam Cooke, cargada de una sensualidad y un erotismo contenido, muy intensos e inolvidables. En esta línea se encuentra también la escena en que Raquel se baña y John la descubre por casualidad.
-El momento en que Samuel, de cara angelical y orejitas separadas del cráneo, descubre al asesino en la foto de la comisaría y su gesto cambia completamente, pasando de la inocencia al terror.
-Todas las escenas que giran en torno a la construcción del granero son sencillamente preciosas.
-Me encanta el final, especialmente porque el director Peter Weir, no recurre al socorrido “happy end”, (aunque supongo que la tentación debió de ser fortísima).
**ALGUNAS CURIOSIDADES**
-En el rodaje de la película no participó ningún amish auténtico, ni tampoco se utilizaron granjas de verdad, sino decorados.
-En la cinta colaboran algunos actores secundarios muy curiosos como el bailarín ruso Alexander Gudonov, en el papel de Daniel, el amish “como Dios manda” enamorado de Raquel, en clara rivalidad con Book, y también un jovencísimo y casi irreconocible Viggo Mortensen, que sólo aparece durante unos segundos en la comida posterior a la construcción del granero. Más adelante, puede vérsele de nuevo brevemente, e incluso pronuncia una frase corta, cuando Ford le parte la nariz al turista, y dice algo así como “esto es increíble”.
-La canción de la escena del garaje “What a wonderful world” del cantante de soul Sam Cook, no aparece en la B.S.O. de la película, cuya autoría es de Maurice Jarre y que realmente es magnífica. Su momento cumbre: la música que suena durante la construcción del granero.
En definitiva, un filme esencial en el cine de la década de los ochenta y todo un ejercicio de maestría y sutileza. Y sin duda, el mejor trabajo de Harrison Ford, tan físico, tan natural, tan repeinado, tan interesante... y probablemente cansado de interpretar únicamente a Han Solo e Indiana Jones, que apostó sin arriesgar con esta película por un cine culto y cuasi-independiente.