En "El ladrón de arte", los ladrones no se conforman con cualquier obra de arte. Tiran alto. Se llevan desde un importante caudro de Caravaggio hasta una famosa pintura de Kasimir Malevich.
Estamos ante el primer libro de Noah Charney, un escritor estadounidense que no me acabó de convencer con esta novela que flojea en todas sus páginas.
Empieza relatándonos una serie de robos que, en principio, parecen no tener relación. Poco a poco vas descubriendo que se trata de robos relacionados, cometidos por la misma banda.
Estos descubrimientos los haces de la mano de los inspectores Jean-Paul Bizot y Harry Wickenden, francés e inglés respectivamente.
Más cancha que a las investigaciones policiales le da el autor a las explicaciones de arte. Dedica párrafos y más párrafos a contarnos enores de un cuadro o a hablarnos largo y tendido de una escultura. Se notan sus conocimientos de arte.
Pero los lectores que queremos novela policíaca nos terminamos aburriendo. Encima no se puede decir que las investigaciones de los distintos robos te atrapen. Noah mezcla en un mismo capítulo las investigaciones que se llevan a cabo en distintas ciudades. Saltas de un párrafo a otro y ya has dejado atrás Roma y estás en París o bien has llegado a Londres.
No me gustó esta novela. Esperaba un libro de más calidad. Sus 384 páginas se me hicieron largas y aburridas. No se lo recomiendo a nadie. Hay novelas mejores ambientadas en los robos de arte.