El membrillo no es mi postre favorito. Digo postre porque cuando era pequeña mi madre nos ponía muchas veces un trocito de membrillo de postre. Ya entonces me gustaba el Membrillo San Lorenzo por el mismo motivo que me gusta ahora: porque era más clarito en su color que los otros membrillos y también menos pringoso.
Ahora lo venden en tabletas de 400 ml que no son tan grandes como las tarrinas de los membrillos de la competencia. Esto se debe a que el membrillo San Lorenzo es más anchito.
El precio de cada envase es de 1 euro. No es tan caro como los membrillos sin azúcar ni tan barato como los membrillos de marca blanca. A mí me sale el membrillo de marca de distribuidor del Gadis a 0,87 céntimos, pero no se puede compara en sabor con el membrillo San Lorenzo.
Os lo recomiendo mucho. En verano es ideal para hacerle unos bocadillos a las niñas porque no se pierde como se pierde la mortadela con la calor. A mis niñas no les gusta mucho, pero es lo que hay de bocadillo para la playa. Los fiambres últimamente no están saliendo gran cosa porque se venden poco con la crisis.
La tarrina yo siempre la corto por arriba, lo que es el plástico, tiro para atrás y voy cortando el membrillo en lonchas finitas. Cuanto más finito lo cortas mejor sabe. Con esas lonchas de membrillo es con lo que relleno el pan. Mis niñas lo prefieren con ese pan que te venden para los perritos calientes porque es más blandito.
Lo estoy preparando siempre en bocadillos con ese pan de perritos calientes. Le da al pan un sabor distinto. Yo también me estoy acostumbrando a los bocadillo blanditos como dice mi Paula. Y tiene razón. El pan fresco a veces está más duro que una piedra por fresco que lo compres.