Hay pueblos por los que parece no pasar el tiempo. Tal es el caso de Frías, Burgos. Paseando por sus calles empedradas tienes la sensación de regresar a la Edad Media de nuestros antepasados. hasta los lugareños parece que van en otra onda. Es de esos pueblos en los que ves como la gente se toma la vida con calma y tú no lo entiendes.
Nosotros fuimos al castillo. No entras gratis, por supuesto. Nos cobraron 1,5 euros por cabeza. Ni siquiera nos hicieron descuento por las niñas. No es que fuera una entrada cara, pero a nosotros se nos multiplicó por cuatro y con ese dinero hubiéramos tomado unos refrescos en un bar.
En todo caso, merece la pena visitar el castillo. Entras a través de un puente levadizo, vas al patio de armas y flipas con la torre del homenaje, situada en una de las esquinas del castillo. Es un edificio de planta irregular desde el que hay unas preciosas vistas de Frías.
Las casas de Frías me parecieron un poco sosas. Todas tienen fachadas de piedra y los mismos balcones de madera. Son clónicas.
La iglesia de San Vicente, del siglo XIII es lo que te esperas de una iglesia tan antigua. No tiene nada novedoso. Me gustó el jardín que hay al lado. Fue donde paramos para comernos los bocadillos. Hay que ahorrar. Unos vecinos que estaban allí tomando el fresco nos contaron que la torre de la iglesia, de origen románico se vino abajo en 1904 echando a perder parte del cenobio. Para reconstruir el templo vendieron la parte de delante de la iglesia a los americanos de EEUU. Está en el Museo The Cloisters de New York. La gente vende lo suyo por un plato de lentejas. Una pena.
Os recomiendo visitar Frías en Burgos. Es un pueblo medieval que bien merece una visita. Me pareció tranquilo y antiguo. No me extraña que no hubiera muchos turistas. Es el sitio ideal para aburrirte.