Estuvimos dos días en el Bedford Hotel & Congress Centre, un hotel que está en el casco histórico de Bruselas, en un edificio viejo como todos los edificios que lo rodean. Por fuera te parece muy majestuoso, por dentro la majestuosidad queda en poca cosa.
Mi marido se quejó de que le salían una barbaridad los pies de la cama. Tenía razón. A mí también me salían y eso que no soy muy alta. Nuestra cama de matrimonio debió de ser diseñada para un matrimonio chino. Casi durmió mejor mi hija mayor en el tresillo que había en una esquina de la habitación haciendo con dos sillones una pequeña sala de estar.
La habitación tenía una decoración muy de hotel de tres estrellas español, exceptuando el cuarto de baño que, aunque nos dijeron en recepción que tenía mucho mármol, yo no le encontré tanto mármol, quitando el que había en la zona del lavabo. Era un cuarto de baño casi de pensión. La bañera igualita que la de mi suegra, tenía unos asideros en la pared perfectos para matarte con ellos sí caías. Se echaba de menos una ducha. Aquella bañera era una barrera arquitectónica al sentido común.
La decoración en tonos blanquecinos se reproducía tal cual en el salón donde te servían todas las mañanas un desayuno americano que quitaba el hambre. En mi vida había visto tanto bacon junto. Si comemos todo aquello acabamos con más colesterol que mi suegro. No era un desayuno nada sano. Ni siquiera tenían un zumo natural. Lo que te ponían como zumo natural era zumo de cartón con pulpa. Yo lo reconozco con sólo probarlo.
No os recomiendo ni os dejo de recomendar este hotel. Lo mejor que le encontré fue su ubicación. Puedes ir andando a todos los sitios de interés turístico en Bruselas. El Manneken Pis y la estación de metro Anneessens se hallan a solo 200 metros del hotel.