Decir que se trata de un verdadero peliculón para alguién tan alejado del cine y la literatura romántica como quién os escribe estas letras, no es nada fácil, así que ello puede ser el mejor argumento que exponga en favor de esta histórica y oscarizada película.
Su argumento está realmente bien tramado y pese a su alto metraje consigue captar la atención del espectador.
Aunque la acción se muestra bastante pausada, el guión así lo requiere y el director así lo ejecuta, con total maestría Sidney Pollack.
Localizaciones, fotografía, vestuario y escenografía tienen un papel bastante importante, que es desarrollado y conseguido con altas dosis de brillantez.
Tampoco tiene desperdicio la Banda Sonora de la película, compuesta por John Barry, que acompaña a la perfección en todos los momentos de la cinta, y que es agradable al oido incluso fuera de ella.
Pero el plato verdaderamente fuerte y trascendental de esta película, son las actuaciones de la Streep y de Redford, que conforman un binomio que cautiva al espectador con sus excepcionales actuaciones.
Si algo pudiera tener achacable esta mítica historia de amor, es su triste desenlace.
Por tanto nos encontramos ante una auténtica joya, una obra maestra del séptimo arte digna de encontrarse en cualquier videoteca, máxime si a día de hoy la podemos conseguir por menos de diez euros.