Aymé, es un campesino francés, que se ha quedado viudo recientemente. No tiene aficiones, es más bruto que un arado y, desde luego, no estaba enamorado de la fallecida. Sin su esposa, debe ocuparse él mismo de las tareas domésticas a la vez que continúa con su trabajo en el campo.
En cuanto descubre que la “conciliación” de la vida laboral y doméstica no se hizo para él, toma la decisión de acudir a una agencia matrimonial para intentar encontrar a una mujer que se ocupe de su casa y trabaje con él en la granja. La directora de la agencia le recomienda viajar a Rumanía, donde le presentan a varias candidatas jóvenes y guapas. Ninguna le convence hasta que le presentan a Elena, una joven de veintiocho años que además es bonita, encantadora, trabajadora y está dispuesta a dejar a su familia en Rumanía para irse con él a Francia y así conseguir dinero para ayudar económicamente a su familia.
Este largometraje fue dirigido por Isabelle Mergault y es una típica representante de la moderna comedia de costumbres francesa: carece de lenguaje soez, es simpática y muy tierna, aunque previsible.
La frivolidad con que se trata un tema tan serio como el de los matrimonios de conveniencia concertados con inmigrantes procedentes de la Europa del Este es el principal defecto de la cinta. Todo es demasiado “idílico”, eclipsando el drama real que hay detrás de estas situaciones y forzando un previsible final feliz.
Michel Blanc, que da vida al cascarrabias Aymé y la rumana Medeea Marinescu, que se come la pantalla en cuanto aparece, están magníficos. También está estupenda la actriz secundaria que da vida a la inefable directora de la agencia matrimonial que acompaña a Aymé a Rumanía para hacer el casting a las pobres rumanas dispuestas a todo con tal de prosperar económicamente.
La fotografía es preciosa y la banda sonora, de notable.
Recomendada a los amantes de la comedia elegante, sin complicaciones y un poco previsible.