Bajo mi concepto, esta cámara es un quiero y no puedo, una compacta disfrazada de réflex, de pequeño tamaño y supuestas altas prestaciones.
Su en su día prohibitivo precio, cercano a los 450 euros, hacían de esta cámara de fotos una pésima opción para aquel que optara por quedarse a mitad de camino en su transición hacia el mundo “profesional” de la fotografía.
El primer y mayor hándicap que podemos encontrar en esta cámara es la duración de su batería, que da para muy pocos disparos.
En cuanto a su mejor aspecto lo presenta la facilidad de su manejo, pues cuenta con una interfaz bastante intuitiva que facilita nuestro desplazamiento por sus menús y la buena calidad de los materiales empleados en su diseño, que por otra parte es de dimensiones bastante reducidas que permiten un fácil transporte.
También los resultados que nos ofrece, faceta primordial en cualquier cámara son bastante aceptables, con unas fotos bastante decentes en circunstancias normales, cuya calidad decae con la escasez de luz.
Su pantalla tampoco es de lo más reseñable, pues con la luz del día se hace bastante dificultosa su visualización, mientras que su visor se muestra un tanto oscuro y por tanto dificultoso para el fotógrafo.
También nos ofrece la posibilidad, al igual que las cámaras profesionales, de emplear otros objetivos, aunque si eliges esta cámara, el de serie con su 12 aumentos os puede resultar en principio suficiente.
En definitiva, si en su momento no era apta para la competición con otras de éste sector suprimible de las cámaras a mitad de camino entre la compacta y la réflex, a pesar de su reducción de precio (a menos de 150 euros), y mejora vía otros modelos más modernos y mejorados que son meras actualizaciones de esta cámara, no puedo recomendar su adquisición, pues existen compactas que con menor tamaño nos ofrecen mayores prestaciones a un precio similar.