Lo que más me gusta de las tiendas de Zara es que puedes estar a tu aire, sin que ninguna empleada te diga el molesto "¿puedo ayudarte?". Las empleadas se limitan a cobrar.
Son tiendas bien organizadas, con la ropa separada en los correspondientes muebles y percheros. Son locales en los que no te tropiezas con las demás compradoras, por mucha gente que haya.
Suelen estar hasta los topes. En los probadores suele haber colas interminables para probarse ropa por las tardes, sobre todo los sábados y los días de rebajas.
Los precios ya no son tan baratos como eran. Zara va ahora de tienda de marca para clases medias. Pero siempre encuentras algo bonito a un precio razonable.
Suelen tener trapitos muy a la moda, tallas para las que tenemos talla 38. Encuentras vestidos, pantalones, camisetas, camisas, ropa de abrigo, y también algo interesante en complementos tan imprescindibles como son los zapatos.
Los escaparates son muy minimalistas, un simple reclamo para incitarte a entrar en la tienda.
Yo estoy cómoda en las tiendas Zara. Hace años que soy clienta habitual. Ya lo era de pequeña, cuando mi madre nos llevaba a mí y a mi hermana.