Hugo es un huérfano que vive en una gran estación de trenes y se ocupa de los relojes desde que su tío se marchó.
El oficio de relojero y manitas lo aprendió de su padre, muerto en un incendio.
Hugo convive con un autómata, lo único que le quedó de su antigua vida, y su fin es arreglarlo porque espera recibir un mensaje de su padre. Para ello roba piezas en una juguetería de la estación.
La película tiene muchas mas cosas que eso que os he contado. De hecho, es mucho más profunda pues nos muestra un mundo diferente, una oda a la perseverancia y como el pasado suele volver y no siempre para mal.
Sin embargo, a pesar de que la película tenga muchas cosas que te pueden hacer pensar, sólo lo hará si consigues verla entera sin dormirte y es que es lentísima. No parece pasar nada y claro, acostumbrados como estamos al cine que no cuenta nada pero que muestra mucho esto es difícil de digerir. Es un bodrio muy bien hecho estéticamente pero al que le falta dinamismo.
Por mucho que te quedes fascinado con los decorados, los paisajes, esos colores súper llamativos que muestran una estación de tren llena de vida y que contrastan tanto con la habitación en la que duerme el niño... pues entiendo esos 5 Oscar técnicos que tiene, pero lo que es la historia me aburrió un montón. Estás deseando que termine la película para saber el final, pero lo del medio te lo saltarías. Encima es larguísima, 127 minutos es demasiado, por muy bien hecha técnicamente que esté.
También debo reconocer que las actuaciones son muy buenas, el niño que hace de Hugo lo clava y la niña no se queda a la zaga. Sin embargo, a pesar de que si que te llega todo lo que los personajes quieren transmitir, el aburrimiento es el mismo.