El Four Seasons Resort Bora Bora está en la Polinesia francesa, unas islas que son un auténtico paraíso, sobre todo cuando viajas sin niños, en un viaje romántico como hicimos nosotros.
Fueron unas vacaciones inolvidables. Nos esperaban en el aeropuerto con collares de flores y nos llevaron hasta el complejo hotelero en un barco desde donde pudimos disfrutar del maravilloso paisaje. Nosotros nos alojamos en un bungalow, pero antes de llegar nos enseñaron todo el hotel. Allí son amabilísimos. Te hacen sentir como una reina en visita oficial.
La habitación era de cine. Debía medir unos 100 metros por lo menos. Era tan grande como un piso de por aquí. La bañera era lo más. Te estabas bañando y veías el mar por la ventana del cuarto de baño.
Cuando llegas te tienen una bandeja con champán del bueno y frutas de la zona. Son muy detallistas.
En cuanto a limpieza nunca me había alojado en un hotel más limpio. Venían dos veces al día a hacer la habitación.
Pasé mucho tiempo en el spa. Allí pude disfrutar de varios tratamientos de belleza que me dejaron nueva. También frecuentamos las cuatro playas privadas del hotel.
El buffet del desayuno que servían en un restaurante más informal estaba para chuparse lo dedos. La bollería era recién hecha. Lo que me gustó menos fue la comida japonesa que se empeñó mi chico en pedir en el bar que había al lado de una de las piscinas. Yo soy soy de comida occidental. En el desayuno, por ejemplo, me zampé una tortilla de patatas que me hicieron en el momento. Los zumos eran recién hechos también. De los quesos sólo puedo decir maravillas, igual que de los embutidos en general y de las frutas variadas que servían para desayunar.
En el Four Seasons Resort Bora Bora no te aburres porque tienen todo muy organizado. Hay muchísimas excursiones por los alrededores y puedes practicar deporte.
Este hotel es un lujo total. ¿Lo mejor? Lo bien que te trata el personal. Allí sólo hay alegría.