El Hard Rock Café, Madrid, es un bar de hamburguesas y música, ideal para adolescentes, pero no para gente mayor. Nosotros llevamos a mi suegra y casi me deja de hablar para toda la vida. Decía que era un bar de locos.
No es que la música esté muy alta. El ruido lo mete el griterío de la gente, sobre todo el de los camareros. Parece que están a borde de un ataque de nervios. Este bar ha ido de mal en peor. Los cócteles son malos malísimos. He probado varios y ninguno de los combinados es decente; les sobra azúcar.
La última vez que estuvimos en este bar de Madrid había más lío que nunca. No creo que volvamos. Los camareros llevan a rajatabla lo de no sentar a los grupos de amigos antes de que estén todos y, mientras esperan por los que faltan, montan un barullo insoportable.
La comida es tan mala como los cócteles. Encima las hamburguesas son enormes. Te da pena dejar la hamburguesa casi entera, pero está tan mal de sabor que la tienes que dejar quieras o no.
Los camareros también merecen mención. En mi vida había visto unos hombres tan tatuados. A mi hija Patricia le daban miedo. A mí lo que me desesperaba era que no había manera de entenderlos. No sabían hablar. Mi marido decía que eran el resultado del mal sistema escolar que hay en este país nuestro. Yo creo que hacían un poco de teatro para darle un ambiente más quinceañero al local. Había adolescentes que se morían ligando con ellos.