Cuando viajas al extranjero te das cuenta de lo buenos que son los hoteles de esta España nuestra. Hay hoteles de cinco estrellas, como el Santiago de Alfama Boutique Hotel, que no parece que sean de tantas estrellas cuando te alojas en ellos. A mí este hotel de Portugal me dejó patidifusa. Estaba limpio, ordenado, pero las cinco estrellas no las merecía.
Nos dieron una habitación de las mejores, de las que tienen vistas a una zona ajardinada. Era grande, aunque podía serlo más, tenía una especie de tarima de madera que a mí me parecía más parquet en el suelo y una alfombra que le sobraba. la cama era cómodo y tenía una colcha a juego con las paredes blancas. El tresillo que se suponía que era una cama auxiliar estaba justo a los pies de la cama. Tuvimos que moverlo a una pared. Realmente anduvimos con todos los muebles. El escritorio, demasiado pequeño para dos personas, tampoco nos gustaba donde estaba.
Creo que no les gustó nada que cambiáramos los muebles de sitio. Les pedimos que retiraran la alfombra y casi se nos niegan. La alfombra era enorme y a mí las alfombras me dan asquito.
El cuarto de baño estaba bien, pero le sobraba un espejo que parecía de hostal barato. Tuvimos que arreglarnos con aquel espejo. También nos tuvimos que arreglar con un secador de pelo que había conocido mejores tiempos.
No os recomiendo ni os dejo de recomendar este hotel. La única ventaja que le encontré fue su ubicación en una zona tranquila. Dormimos como en casa: sin ruidos y en una cama cómoda. Pero no nos sobró espacio. Menos mal que no llevábamos las niñas. La habitación era suficiente para dos personas en armonía. Para cuatro hubiera sido una lata de sardinas.
Como os decía, este hotel estaría muy bien con tres estrellas. Las cinco estrellas se le hacen muchas estrellas para un hotel que debería mejorar su decoración. Yo empezaría, por ejemplo, por retirar unas lámparas de Ikea que quedan como pegotes.