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mano5chi
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Acerca de:Soy Leyenda [Richard Matheson]
Ventajas:La habilidad para dotar de interés al argumento y la profundidad temática
Desventajas:Quizá a algunos les parezca un poco difícil de leer
Voy a proponeros un juego de esos que gustan tanto a los niños. ¿Quién creéis que ganaría en un duelo de mocos: un instalador de aparatos de aire acondicionado con gripe o un alérgico al olivo oriundo de Jaén?
Tal vez este ejercicio os parezca una soberana imbecilidad, pero decidle a cualquier miembro de la autoproclamada élite intelectual de este país que sois escritores de relatos cortos y ya veréis cómo comienza a lavarse distraídamente las manos con uno de esos líquidos desinfectantes, mientras calibra de reojo el tamaño de vuestra nariz. Añadid que vuestros géneros predilectos son la fantasía, el terror y la ciencia ficción y tal vez notéis cómo desorbita los ojos y endurece las facciones en un febril intento por recordar si erais ese tipo de ojos llorosos que le montó el aire acondicionado el lunes o si os vio respirando fatigosamente por la boca durante la breve escapada a Linares que hizo el fin de semana anterior. Y si, para colmo, comentáis con orgullo que habéis escrito unos cuantos guiones para televisión, os divertiréis contemplando cómo huye despavorido en busca de una mascarilla, con la absoluta certeza de que sois uno de esos seres despreciables que jamás usan pañuelo y ni siquiera se tapan la boca con la mano para estornudar.

Este lamentable montón de prejuicios clásicos se me antoja el principal obstáculo que impidió que el Grupo de Escritores del Sur de California lograra el rotundo éxito que sin duda merecía. Un conjunto de ilustres cuentistas de género integrado, entre otros, por Ray Bradbury, Charles Beaumont, Robert Bloch, Richard Matheson y Rod Serling que ayudaron a este último a hacer realidad el sueño de The Twilight Zone.
Como miembros de una misma generación, todos compartían, en mayor o menor medida, ciertas características temáticas, pero espero que me perdonéis por no listarlas inmediatamente. Si este texto se desarrolla como tengo pensado, terminarán saliendo a relucir unos párrafos más abajo, ya que hoy me propongo hablaros de Soy Leyenda (1954), una de las obras más conocidas de Richard Matheson, glorioso integrante de ese magnífico grupo.

La obra en cuestión está ambientada en 1976, veintitantos años en el futuro respecto a la fecha de publicación. Narra las andanzas de Robert Neville, único superviviente de una catástrofe global, provocada por una cruenta guerra bacteriológica, que convirtió al resto de la humanidad en vampiros.
El bueno de Neville hizo de su casa un auténtico fortín e intenta sobrevivir a un mundo de pesadilla mediante una férrea rutina: durante el día arregla los desperfectos provocados por las hambrientas hordas nocturnas que intentan penetrar en el domicilio y, pertrechado con estacas, mata a cuantos vampiros puede encontrar. Por la noche, en cambio, permanece en su salón bebiendo y escuchando música para evitar pensar en el pasado, mientras se esfuerza en encontrar una posible solución a la plaga. Sin embargo, los demonios del pasado muchas veces poseen mayor resistencia que el vampiro más tenaz…

Soy Leyenda, con sus 182 páginas, tendría que ser considerada una novela corta antes que un relato extenso. Pero, a diferencia de lo que suelo decir en otras opiniones, dicha brevedad no equivale a facilidad de lectura. Decididamente, este libro no se presenta ante la mente del lector como un texto llano, tipo best-seller. Y esto es así por dos razones.
En su intento por transmitir el estado de angustia mental, pesimismo y desesperación que padece su protagonista, Matheson utiliza, de forma bastante reiterada, el monólogo interior. Torrentes de pensamientos, deseos y actitudes, expresados, en ocasiones, mediante coloquialismos que, poco a poco, conseguirán contagiarnos la cualidad deprimente de los hechos narrados. Si alguna vez os habéis preguntado por qué los críticos coinciden en señalar a Matheson como una de las influencias de Stephen King, no tendréis más que leer Soy Leyenda, prestando un poco de atención a este recurso y, acto seguido, coger Misery o El Juego de Gerald.
En segundo lugar, consciente de que la premisa inicial de un hombre solo luchando contra una amenaza de límites bien establecidos está abocada al más prematuro agotamiento, el autor rompe varias veces la linealidad de la acción insertando flashbacks. Estos cumplen con la doble función de evitar aburrir al lector y brindarle una mayor dimensión dramática a la situación de Neville (por comparación con su antiguo modo de vida), pero, indudablemente, contribuyen a hacer la lectura un poco más farragosa y desconcertante, al menos para quienes no conozcan al autor. Me refiero, por ejemplo, a aquellos que acaban de ver la película protagonizada por Will Smith y sienten curiosidad por el material en el que se basa. Tened cuidado. No es lo mismo.

Sin embargo, a pesar de esta relativa dificultad en la lectura, Soy Leyenda nunca termina percibiéndose como un libro tedioso, por mucho whisky que beba el protagonista. Además de la ya mencionada interrupción en la linealidad mediante escenas retrospectivas, Matheson echa mano de un planteamiento escrupulosamente científico, a la hora de caracterizar a los vampiros, que resulta fascinante. Las criaturas que pueblan esta futurista ciudad de Los Ángeles no son seres sobrenaturales, sino simples humanos infectados con un germen que demanda sangre y provoca, como efectos mayoritarios, la consabida alergia al ajo y la imposibilidad de caminar bajo el sol.
Dicho planteamiento se percibe muy fresco, la mar de original, y supone un perfecto contrapunto racional a las desgarradoras emociones que suelen embargar al desdichado Neville. Una correcta válvula de escape que divierte al lector, proponiéndole un ejercicio de especulación.
De hecho, el esfuerzo por desarrollar un marco científico más o menos creíble es uno de los aspectos más destacados del libro, en la medida en que convierte la obra en una suerte de imagen especular del inmortal Drácula de Bram Stoker. Resulta evidente que el trabajo del literato irlandés bebía del folclore europeo. Y no es menos palpable que, en su empeño por crear una novela de ciencia ficción, Matheson consiguió apartar a los vampiros de la esfera sobrenatural, allanando el camino para que escritores como Anne Rice pudieran ser tomados en serio en su humanización de la figura del vampiro.
Este planteamiento lógico también es básico para hacer avanzar la trama hasta su resolución, con el valor añadido de que el desenlace que escoge el autor, aunque se deriva de un modo elegante de todo lo narrado con anterioridad, probablemente no sea el que la mayoría de los lectores teníamos en mente. El final sorprendente de Soy Leyenda nos dejará igual de noqueados que un golpe con un delantal de carnicero. Pero la inquebrantable certeza de que acabamos de disfrutar de una auténtica obra maestra pronto prevalecerá sobre el shock.

Claro que no cabría hablar de maestría sin una adecuada profundidad temática. A mi entender, la novela que nos ocupa aborda, básicamente, tres cuestiones principales: el miedo a la guerra nuclear, la soledad y la ambigüedad moral.
Con respecto al primer tema, resaltar que Richard Matheson (al igual que Bradbury, Beaumont, Serling y demás) fue testigo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. De cómo un loco nacido en Austria asesinó indirectamente a varios millones de personas para intentar satisfacer su megalomanía y de cómo una nación prepotente quiso lanzar sobre Hiroshima y Nagasaki un arma de vanguardia, simplemente para ver lo que sucedía. En vista de tanta insensatez y de la creciente tensión entre Estados Unidos y la URSS, etiquetada por los historiadores como Guerra Fría, a los artistas de la época comenzó a ganarles el pesimismo. Si la humanidad prosigue su camino, parecía advertir el Grupo de Escritores del Sur de California, la Tercera Guerra Mundial comenzará muy pronto, se librará con armas nucleares y, por tanto, será la última guerra de la humanidad. Tal vez no produzca vampiros, pero sí causará esa desolación que transmite el Los Ángeles de Soy Leyenda. Una ciudad vacía, azotada incesantemente por tormentas de arena y rodeada de enormes hogueras alimentadas por los innumerables cadáveres contaminados de las víctimas. Los años cincuenta era una época propicia para las distopías. Aunque, tal como está el patio en este siglo XXI, parece que todavía continúa siéndolo.
El segundo tema, la soledad de Robert Neville, enfrentándose a seres que en modo alguno considera semejantes suyos, también parece recoger, a su modo, los tristes ecos sociales de la época. En nuestro absurdo egoísmo, no hacemos más que pasarnos la vida levantando muros. Discriminamos a los negros porque está claro que no son como nosotros; pero también a la mujeres, porque ¿qué clase de mundo sería este si les permitiéramos salir del hogar? Y a los comunistas, directamente, les tenemos pánico porque se dice por ahí que amenazan nuestro status quo. Prejuicios y más prejuicios. Barreras que nos aíslan del resto de la humanidad.
No nos paramos a pensar ni por un instante que la necesidad de establecer relaciones con los demás, la necesidad de no sentirnos solos, es tan importante como el comer, el beber o el respirar. Porque sin compañía, sin afecto, sin amor, estamos condenados a la deshumanización, cuando no a la locura.
Por último, Matheson pone en entredicho nuestra moralidad siempre que venga sustentada, no en un conjunto de sólidos y encomiables valores, sino en un simple criterio de mayoría frente a minoría. Quizá los experimentos del doctor Mengele parezcan infinitamente más condenables que el vuelo de los bombarderos Enola Gay y Bockscar sobre tierras japonesas. Pero convendría que re-examinárais los hechos con esta perspectiva. Si el Tercer Reich hubiera conseguido su propósito, ¿qué pensaríamos ahora de todo esto? La ética no debería depender nunca del bando en el que nos encontremos.
Fecha:11:12:37 12/10/11
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Categorías:Ocio y cultura