El edificio es fantástico y el paisaje excepcional. Eso es lo único bueno. Corrientes de aire por todas partes, imposible evitarlas en zonas comunes ya que los múltiples acristalamientos cierran mal. Cuatro habitaciones: dos heladas, una bien y otra como un horno. Los termostatos no funcionaban. Las neveras del minibar tampoco. Mi armario con luz interior no cerraba: tuve que poner la silla delante para poder dormir. Sin papeleras en los baños. El personal de habitaciones, muy amable. Restauración: raciones muy escasas, frías y tardaron tanto en servir que nos trajeron chips y cacahuetes sin pedirlos ni cobrarlos después de 45 minutos de espera por 4 sandwiches (16 € con guarnición de ensaladita+IVA). Las bebidas las trajeron nada más pedirlas al llegar; cuando llegó la comida el que no se la había bebido la tenía caliente. De la cena prefiero no hablar, nos quedamos con hambre después de tomar incluso postre. Ausencia de pan en el servicio, varias veces lo pedimos y llegó con el postre. El SPA, helador, las corrientes de aire no favorecen el relax ni hacen que te apetezca disfrutar del agua. El desayuno, totalmente anodino, impropio de la categoría del hotel. Sólo había de menú caliente huevos revueltos, estadizos y petrificados por el calor y bacon . Café cuartelero. Y la mayor parte del personal, extranjeros, con dificultad para expresarse y entender el español. No hay españoles para trabajar o qué? Y los pocos que habían tuvieron el valor de hablar con nosotros en catalán mientras nosotros lo hacíamos en español. Y todo eso a precio de hotel de cinco estrellas gran lujo. Para reír por no llorar.