El Museo de Cera de Madrid es muy caro para lo que ofrece. Estuve hace varios años con mi novio y entramos porque el no lo conocía y yo había estado con el colegio, así que casi tampoco lo recordaba. No recuerdo exactamente lo que pagamos, pero sé que estuve a punto de darme la vuelta porque tenía un recuerdo no muy bueno, pero mi novio insistió y es que él no conocía ningún museo de estas características, así que pagamos la entrada.
Deciros que con lo que mejor me lo pasé fue con los espejos que hay fuera, antes de las taquillas. Son esos espejos que te deforman, que te hacen alto, bajo, estilizado o regordete. Después todo iba siendo una decepción tras otra. A medida que vas viendo las figuras te sientes más engañado y es que con algunas es difícil acertar quien es si no lees el cartelito. La sala de la familia real es un chiste. Prácticamente ninguno de ellos se parece ni de lejos, pero ocurre lo mismo con las figuras del deporte o los artistas.
La zona mejor conseguida es la dedicada a las películas de terror, pero es que ahí no tienen que caracterizar a ninguna persona en concreto, sino a un personaje de ficción. Es fácil que una figura te recuerde a Drácula, Frankenstein o el hombre lobo.
También están mejor conseguidas las réplicas de personajes más antiguos como Lina Morgan o Rápale. No tiene mucho sentido ya que ahora hay muchos más avances tecnológicos, con lo que las figuras debería de quedar mejor que antes, pero se ve que como el trabajo artesanal en los museos de cera no hay nada.
Por tanto, desaconsejo totalmente la visita. Si fuera gratis no estaría tan mal, algo curioso, pero pagando no se puede permitir que las reproducciones sean tan malas.