El Restaurante El Bardo de Salamanca está en la Avenida de Portugal, 88, en la zona de más vidilla de la ciudad.
Lo que más me gustó de este restaurante fue su amplitud. Tiene sótano y plata baja. El sótano no lo recomiendo para claustrofóbicos como yo. La primera vez que estuvimos en este restaurante nos tocó una mesa en el sótano y casi me muero de agobio. La plata baja, en cambio, está muy bien. Las mesas están suficientemente separadas para poder tener un mínimo de intimidad con tus compañeros de cena y que no te molesten ni tu molestes al vecino de mesa con la silla. Los salones están decorados de manera sencilla y práctica, sin excesos ni lujos.
Es un restaurante ideal para cenar con amigos. Es raro que no encuentre mesa o que no puedas hacer una reserva previa para un buen número de personas si la haces con la suficiente antelación.
De su menú destacaría el solomillo. Estaba realmente sabroso. También probé el salmón, pero me gustó menos. Es un restaurante con una cocina más acertada en la preparación de carnes que en los pescados. En postres me quedo con el mousse de limón. También tienen una amplia variedad de platos de verduras. Yo pasé de las verduras porque no me van ni en casa.
Los camareros son muy atentos. No te tiras una eternidad esperando que te sirvan. Tampoco te apuran para comer y falta hace que te den tiempo porque las raciones de El Bardo son raciones de verdad, como las que te sirve tu madre en su casa. Tanto en patatas como en carne o pescado no escatiman.
El precio está entre lo que te esperas: 20 euros por cabeza. Teniendo en cuenta la generosidad de las raciones, no me parece caro.