Lo más curioso de este museo es que, pese a su fama, no está ubicado en un gran edificio, sino entre calles estrechas, en un antiguo edificio lleno de bóvedas de piedra. El edificio en si mismo ya merece la pena.Me encantó la arquitectura del primer piso. Las bóvedas de piedra me recordaban un poco a unas catacumbas, aunque sin la sensación claustrofóbica de estar bajo tierra. Además, para el primer piso no hace falta entrada y podréis disfrutar de unas cuantas salas con exposiciones temporales, aunque recomiendo encarecidamente la visita al museo ya que es muy diferente a otros.
Normalmente un museo se estructura por estilos o algo así, pero este está colocado cronológicamente. De este modo podemos apreciar la evolución de Picasso.
En cada sala ponía lo que había sido la vida de Picasso durante los años en los que pintó las obras.
Es un museo muy grande. Puede llevarte horas verlo a fondo, y no te aburrirás. Nosotros tuvimos que verlo a todo correr ya que sólo teníamos 45 minutos, pero nos supo a muy poco.
Desde luego, creo que es uno de los museos más interesantes y mejor estructurados que he visto.
Un último consejo: Los primeros domingos de mes es gratis, por lo que os podéis ahorrar un buen dinero si coincide que podéis ir ese día.