El Stanley House Hotel de Londres tiene una ubicación muy céntrica, pero no resulta muy cómodo porque necesita una buena reforma.
Nosotros estuvimos un fin de semana y no nos quedaron ganas de repetir estancia después de pasarnos dos días subiendo y bajando escaleras. El hotel está en un edificio de la época victoriana, pero podrían ponerle un ascensor, digo yo. Se lo comenté a los empleados de recepción y me dijeron que debería haber preguntado si había ascensor antes de hacer la reserva. Yo supongo que los hoteles tienen ascensor, por eso no pregunto.
Nos tocó una habitación amplia. Además de la cama de matrimonio, había una cama supletoria. Era un mobiliario muy antiguo. El televisor parecía de los primeros que salieron al mercado.
Peor era el cuarto de baño. Cuando vi los jabones usados previamente, casi me desmayo. ¿Prentendían que yo me lavara las manos con un jabón manoseado. Ni de broma. Tuve que salir a comprar una pastilla de jabón. Encima el óxido estaba presente por todos los rincones.
Con la calefacción se pasaban tres pueblos. Casi nos asfixian. Estaba tan alta que tuvimos que abrir la ventana para no morir calcinados.
Las vistas eran lo mejor. Casi no necesitabas salir a hacer turismo porque desde la ventana tenías un panorama precioso. Mi marido hizo un montón de fotografías desde la ventana.
Casi no salimos de la habitación. Bajé un día a desayunar y no repetí. El desayuno era muy completo, pero bajar hasta el sótano por una escalera empinada con un bebé en brazos era para pensarlo.
El personal era amable. Eso sí, ni una palabra de español. Como no chapurrearas tú algo de inglés tenías que comunicarte por señas.