Cuando llegamos al Hotel Art de Atenas, pensé que íbamos a pasar un fin de semana más que romántico loco porque el trayecto en taxi desde el aeropuerto hasta el hotel fue inolvidable. No sé ni como el taxista logró salir de aquel lío de tráfico. Me imaginaba noches ruidosas en las que sería imposible conciliar el sueño. No fue el caso. Vovería a repetir mi fin de semana romántico con mi maridito.
El hotel está muy bien situado, en la calle Marni para más señas. Tiene un servicio de transporte público perfecto para los turistas.
La entrada tampoco me causó buenas impresiones. ¿Tendría que arrastrar mi gran maleta escaleras arriba? Pues no. Un botones se acercó apresuradamente y alzó nuestras maletas como si no pesaran nada.
El personal se desvivió desde el primer momento con nosotros. Al comunicarles que temía que fuera muy ruidosa la habitación que habíamos reservado, se ofrecieron a cambiárnosla por un cuarto de la parte posterior del hotel. Fue un acierto porque a nuestros oídos no llegó ni un susurro de la calle. La decoración es tan acogedora como el personal. Me sentí tan cómoda como en mi casa.
Enseguida notas que el hotel fue recientemente restaurado. La escalera era muy bonita, antigua, pero perfectamente restaurada. El ascensor funcionaba mejor que el de mi edificio. La decoración del hotel es una mezcla de detalles antiguos con ornamentos mucho más moderno, igualito que en la casa de mis padres. De ahí que me sintiera tan cómoda. Me gustaron mucho unos tapices que había en los pasillos.
En cuanto a comodidades no le falta ninguna. La única incomodidad real que encontré fue el cristal casi transparente de la puerta del cuarto de baño. Me gusta tener algo de intimidad en el baño.
La decoración de la habitación era muy similar a la de las estancias comunes. Tapices en la pared y maderas de colores claros daban sensación de calidez. No era una habitación grande. Hubiera agradecido un poco más de espacio para movernos con más soltura sin tener la sensación de que estábamos chocando continuamente. En los suelos predomina el mármol.
Casi no pusimos la televisión. Tenía algunos canales en inglés y los demás eran todos en griego. El televisor era un aparato de la marca Sony y funcionaba bastante bien.
El acceso a Internet era gratis total en un salón donde había ordenadores desde los que podías conectarte. Me aproveché del servicio, sobre todo porque no había llevado mi portátil. Yo no puedo pasar ni medio día sin conectarme a la Red de Redes.
El cuarto de baño estaba bien equipado. Además de ducha, disponía de una bañera a la que se podía calificar como tal por sus dimensiones. No me gustó que el secador de pelo estuviera atado a la pared. Ni que te lo fueras a llevar. Puestos a llevar algo, mejor era marchar con unos geles o champús porque eran realmente buenos. Nada tanían que ver con el kit de baño corrientito que te ponen en muchos hoteles del territorio patrio.
La restauración se notaba también en la habitación y en el cuarto de baño, sobre todo en éste último, donde algunos azulejos no estaban bien colocados; parecían el resultado de una obra apresurada. Lo mismo puedo decir de váter. Estaba tan pegado a la pared que era difícil de usar para una chica.
El fin de semana nos salió a 105 euros la noche. Multiplica por dos y te sale el precio. A esto hay que sumar lo que nos gastamos en comidas y cenas fuera del hotel porque allí sólo te daban el desayuno por el precio que habíamos pagado.
En cuanto al desayuno, era el desayuno continental de toda la vida bien completito. Eso sí, como bajarás después de las 11 ya no había desayuno. Menos mal que te avisaban. A nosotros nos informaron de los horarios cuando nos agasajaron con la copa de bienvenida. Fruta fresca, embutidos, quesos, gran variedad de panes, setas, salchichas, tocino, huevos revueltos,... son alimentos que te sirven a primera hora de la mañana.
No me gustó nada el café. Parecía el café que prepara mi abuela en pota. Aquello era agua marrón. Para mí fue tremendo porque es lo único que desayuno: un buen café. Por nada del mundo me metería yo entre pecho y espalda aquellos yogures con miel que se sirvió mi marido.
La insonorización del hotel no es buena, sobre todo en lo que es el interior. Me hacía gracia oír el ruido de la vajilla que se colaba a través de los tabiques hasta nuestro cuarto. Igualito que en la casa de mi madre.
Lo que sí me molestó fue el tremendo olor a tabaco que se esparcía por todo el hotel. Nuestro cuarto era de no fumadores, pero salías al pasillo y ya te olía a tabaco.
El personal era muy majo, pero no estaban suficientemente documentados a la hora de informarte sobre sitios a visitar. Yo marché con la sensación de que te daban más una opinión personal que una opinión profesional. Acabé fíandome más de los folletos para ir de turismo que de sus recomendaciones.
De las estancias comunes del hotel, además del salón de los ordenadores, use el gimnasio de la planta baja. La sala para no fumadores parecía de fumadores pro lo que olía a tabaco, igual que el resto del hotel.
En resumen, el Hotel Art debe mejorar algo para ser perfecto para unas vacaciones. Por ejemplo, ampliar su espacio sin humo a ver si así se le va el olor a tabaco que lo impregna.