Durante mi adolescencia nunca tuve muchos granitos, pero al cumplir lo 24 comenzaron a brotarme con lo que empecé a obsesionarme por las cremas sin aceites y eso al final tuvo un efecto rebote en mi piel. Comenzó a resecarse por zonas, lo que se conoce como piel deshidratada, sobre todo en aquellas zonas donde suele ser habitual que haya brillitos, como la frente. Junto a eso, comencé a notar como mi piel se apagaba, como perdía como su brillo y elasticidad, así que decidí tomar medidas. Me decidí por una crema renovadora, de agradable textura que dejaba la piel suave y perfectamente hidratada, con una sensación como seda en la piel. Esa crema es la Turnaround de Clinique, la del tarrito azul.
Al ser una crema de noche, no lleva protección solar, pero a mí me da igual porque si que la uso por la noche.
Después de desmaquillarme noto que mi piel queda tirante, aunque es normal con lo que la hago. Primero el desmaquillador, que es al agua, y después el jabón, así que mi piel sufre dos lavados seguidos y, antes de que la de tiempo a recuperarse, me paso el tónico, que tiene un poco de efecto exfoliante, así que me dejo la cara limpita si, pero con la barrera de hidratación en pañales, así que necesito algo para recuperarme de esa tirantez y ahí es donde entra en acción la turnaround, mi crema renovadora.
En cuanto me la aplico mi piel recupera toda su elasticidad y suavidad, a la vez que la noto mucho más luminosa (que no brillante como si me hubiera engrasado). No deja ninguna sensación de grasa y mi piel la absorbe enseguida, de manera que no queda como otras cremas más untuosas, que parece que te has puesto mantequilla en la piel.
En resumen, una crema indicada para todas aquellas que busquen acabar con la piel apagada y sin vida.