Una de las primeras cosas en que insistieron mis padres al marcharme de casa era que como al piso donde iba a residir no tenía teléfono fijo me comprase un móvil.
Por aquellos años los móviles eran todavía de los que sólo hacían y recibían llamadas además de enviar algún que otro mensaje corto de texto, los llamados SMS.
Pues bien, por esa razón fui a una tienda Airtel (tres meses más tarde empezó a ser Vodafone) y miré las ofertas que habíacen ese momento.
Me decidí por este modelo de Alcatel por una sencilla razón: su precio. Me costó 4000 pesetas, lo que estaba muy bien y me lo recomendó mucho el vendedor porque era un modelo nuevo y que pretendía comerse el mercado por su bajo coste.
Lo más destacado de este terminal: el joystick con las letras O K en él impresas. Todo giraba en torno a esa tecla que tenía la función de menú, de subir, de bajar, de desplazarse a la derecha y a la izquierda. La verdad es que era bastante cómodo aunque algo surrealista.
Al principio me funcionó muy bien y no fue hasta los seis meses que me empezó a dar problemas. A veces no se ponía en marcha y en otras se quedaba bloqueado sin explicación ninguna. Lo tenía muy bien cuidado y nunca se le había caido agua encima ni tampoco había recibido impactos, pero todo y así empezó a ir más mal que bien. A los siete meses era casi imposible tener la fiabilidad que pudiese contar con mi móvil para realizar llamadas urgentes o recibirlas y a los nueve meses, harto de su mal funcionamiento opté por deshacerme de él y elegir un Siemens.
Conocí bastantes personas en ese momento que tenían el mismo modelo, o uno más nuevecito que sacaron luego, y la mayoría coincidían conmigo en que era barato y malo. Una lástima porque eso hizo que Alcatel se ganase una fama de producto malo.