El té Hornimans es un clásico en mi casa, igual que lo es en la de mi madre desde que yo era pequeña.
Mi madre tiene la costumbre de tomarlo muy azúcarado. Yo, como mucho, le pongo media chucharada de azúcar a un tazón. No me gusta muy azucarado, lo prefiero más soso. Cuando sirvo con leche ya no le echo azúcar porque la leche lo endulza. Mi marido, en cambio, es de té con limón.
Pero más que su sabor inconfundible me gusta su olor. Es un té muy oloroso. Huele cuando se está haciendo y sigue desprendiendo un aroma delicioso mientras está humeante en la taza. Yo me lo tomo siempre bien caliente. Frío pierde sabor.
La única desventaja que le encuentro es que te pone la dentadura bastante amarilla, pero eso lo hacen todos los tés, independientemente de la marca. A su favor he de decir que es un producto que tiene antioxidantes, que nos vienen a todos muy bien para combatir los efectos de la edad.
Se venden en envases de más o menos sobres. En mi casa se compran los de 25 sobres y también los de 100 sobres. La última caja que compré era de 25 sobres y me costó 2,20 euros.
Este té lo encuentras a vender en cualquier supermercado en la sección de infusiones. Es una marca muy conocida.