Uno de los mejores paradores en los que nos hemos alojado es el Parador de Tortosa. En este parador pudimos disfrutar de una habitación amplia con unas bonitas vistas.
No es que todas fueran ventajas. Por ejemplo, la entrada al parador es de pena. Tienes que meter el coche por una carretera estrecha con una cuesta que quita el hipo.
Una vez en el parador, te sientes como en casa. Los empleados son muy amables, incluidos los de recepción. En nuestro caso hasta se disculparon porque nos había tocado una habitación bastante alejada de lo que es la entrada.
No fue un problema. La habitación era preciosa. Te asomabas a la ventana y tenías unas vistas estupendas de los alrededores. Estabas como en un mundo aparte, lejos del mundanal ruido.
Fue la mejor ventaja que le encontré al Parador de Tortosa: el silencio. Se explicaba porque está ubicado en las afueras de la ciudad.
La decoración es acorde con el edificio: un castillo medieval que te traslada a otros tiempos sin dejar de la lado las comodidades propias de nuestros días. Tanto en estancias comunes como en las habitaciones han introducido elementos antiguos. Así en nuestro cuarto teníamos una cama con cortinas que te hacía sentir una princesa en su castillo. En los comedores conservaban vigas de madera.
Este parador ubicado en las montañas de Beceite es muy recomendable para unas vacaciones tranquilas. En su terraza el tiempo pasa sin sentirlo. Yo pasé mucho tiempo entre la terraza y la piscina.
Para comer nos decantamos por el restaurante del parador. Tienen buenos platos de cocina tradicional catalana. Además el restaurante resulta fascinante con sus grandes vidrieras por donde entra un montón de luz.
El Parador está muy bien conservado. Llamaba la atención que las sillas de la terraza fueran de hierro antiguo. Todo estaba muy limpio, muy ordenado, incluyendo la zona de la piscina exterior donde no faltaban hamacas para todos y abundantes toallas.