El Restaurante Lhardy es pura historia. Está en la Carrera de San Jerónimo y es conocido tanto dentro como fuera de la capital del Reino.
No puedo decir que me guste mucho su decoración. Es tan clásica, tan antigua, que hace que me sienta un poco incómoda. El Lhardy es más para gente mayor que para gente joven.
Yo estuve un par de veces. La última vez fue para celebrar las bodas de oro de unos tíos míos. Eligieron el salón Isabelino, uno de los salones privados del Lhardy. Era como estar en otra época.
La comida del Lhardy es excelente, tanto en su sabor como en lo bien que presentan los platos. El trato de los camareros es muy atento. Te hacen sentir como una reina. Pueden hacerlo por lo mucho que cobran. Tienen un personal muy profesional. Tanto del maitre como de los camareros sólo puedo decir maravillas.
Preparan un cocido madrileño que te chupas los dedos. Aunque no te guste el cocido lo comes y te vienen ganas de repetir plato.
Pero no es la comida lo que más me llamó la atención en el Lhardy. Fue la vajilla antigua, los cubiertos de plata, la solemnidad de sus salones privados lo que me dejó realmente fascinada.
Tienen una especie de tienda en la que puedes comprar alguna cosita. Yo compré mermeladas. La mermelada de pétalos de violeta está muy buena.
Os recomiendo el Lhardy. es un buen sitio para ir a comer cuando andas algo sobrada de dinero. También es mejor ir en invierno porque sus especialidades son cocidos, callos y todo ese tipo de comidas que piden más frío que calor. También tienen unos postres muy ricos. Los tocinillos del cielo están deliciosos. Lo mismo puedo decir de la crema de boleuts con trufa. Te chupas los dedos.