Siempre que viajamos fuera de España me llama la atención la pobreza de los hoteles que encontramos. Hasta los cinco estrellas como el Mabely Grand Hotel de Grecia merecen tanta estrella como le ponen.
Cuando entramos en el hotel pensé que sería mejor porque el hotel está rodeado pro un extenso jardín muy bien cuidado y la recepción también tiene cierto aire de cinco estrellas. Todo esto cambia cuando entras en la habitación que te han asignado.
La nuestra era demasiado sencilla para mi gusto. Su único lujo eran unas preciosas vistas al mar desde una pequeña terraza a la que daba la ventana. La decoración era de piso de los años setenta en un barrio cualquiera. La cama, por ejemplo, era grande, pero le habían puesto una colcha que ni mi madre ponía en las camas colchas tan sencillas cuando yo era pequeña. La misma sencillez encontrabas en el cuarto de baño, donde los artículos de aseo estaban contados y el secador de pelo tan bien atado a la pared que te costaba secarte la melena con comodidad. Mi marido quedó a cuadros cuando vio la pequeña televisión de plasma que teníamos encima de una mesa. Yo quedé a cuadros con los sillones de orejas. Eran igualitos a los que había en la casa de mis abuelos en el siglo pasado.
De lo que andan sobrados en el Mabely Grand Hotel es de piscinas. Hay 16. Una es para los niños. Tampoco está mal el gimnasio.
El restaurante, que se llamaba Mayte, me gustó. Servían unos platos de gastronomía local que estaban bastante buenos. El restaurante tenía unas preciosas vistas al mar.
Este hotel te queda a unos 25 kilómetros del aeropuerto de Zante. Nosotros alquilamos un coche y lo aparcamos en el parking gratuito del Mabely Grand Hotel.
No os lo remiendo ni os lo dejo de recomendar. El hotel tiene la ventaja de que está en una zona muy tranquila, en la localidad de Kampion. Es perfecto para apartarte del mundanal ruido y también para recordar la decoración de los años setenta del siglo pasado.