El Etoile Saint Honoré es un hotel de París que me dejó a cuadros cuando vi sus habitaciones. Todas eran minúsculas. La que tenía reservada no llegaba ni para un bebé. Pedí el cambio de habitación y me dieron otra un poquito más grande, pero poco más.Menos mal que iba sola. No quiero ni pensar qué hubiera sido de mí si tuviera que compartir aquel minúsculo cuarto con mi marido. Seguro que acababa mi feliz matrimonio en una pelea por falta de espacio.
La cama me llegaba. o que no me llegaba era el sitio en la habitación. Apenas había sitio para pasar entre la cama y la pared del fondo. Aparté hacia una esquina un sillón y ni así.
La misma falta de espacio encontré en el cuarto de baño. La bañera era pequeña. La pileta tropezabas con ella cuando salías de la bañera. Menos mal que lo tenían todo limpio. Encontré más limpio el cuarto de baño que la habitación.
En la habitación pasaba lo que suele pasar en casi todas las estancias que están enmoquetadas:te dan sensación de suciedad. Además aquella moqueta del suelo no se veía bien limpia. Mis pies no se pusieron descalzos sobre ella. No me quitaba las zapatillas.
Tampoco me gustó el buffet del desayuno. Demasiado escaso para mi gusto. Eso sí, estaba todo bien colocadito. Se tomaron su tiempo en colocar el fiambre en rollitos en una fuente para que pareciera más cantidad de la que era. El pan de molde abundaba sin llegar al exceso. Debía pensar que todos íbamos a untar aquel pan medio seco con la mermelada. El zumo lo sirvieron en una jarra de cristal grande, pero me pareció de cartón. Aquel zumo no era natural ni por un milagro.
No os recomiendo este hotel. El Etoile Saint Honoré tiene cuatro estrellas y le sobra una. Yo lo dejaría en tres estrellas siendo muy generosa. Lo único bueno que le encontré fue su decoración en tonos marrones blancos. Sin ser una decoración moderna te daba cierta sensación acogedora. Eso hasta que tenías que moverte en una habitación muy pequeña.