A mi chico le encanta ir de vinos en ese tipo de ciudades que puedes andar, como es el caso de Pontevedra. Allí solemos frecuentar la Vinoteca Borona, Pontevedra, un local ideal para tomar unos buenos caldos con los amigos.
No sólo es un buen restaurante para tomar vinos sino que puedes comer o cenar. El menú del día sale a 12 euros. En Pontevedra hay bares que tienen el menú del día algo más barato, pero te vale la pena pagar tres o cuatro euros más en esta vinoteca porque se come de lujo. En el menú del día te dan a escoger entre cinco primeros y cinco segundos, bebida, postre y café. Tienes que pagar más si decides comer en la terraza. Entonces te sube el precio del menú del día hasta los 20 euros. Nosotros lo hicimos un día y nunca más. Prefiero comer dentro y pagar menos.
En esta vinoteca hemos comido un buen lacón ahumado con crema de patata, la Merluza gallega que está siempre deliciosa, un Risotto marinero que quita el hipo, la Zorza con patatas que tanto le gusta a mi chico, Xoubas unas pequeñas sardinas que también he probado en empanadas en mi Galicia, u otros pescados como los rapantes qu eme gustan menos. También tienen marisco gallego.
Cuando vamos sólo de tapeo nos pedimos unas cervezas “Estrella Galicia” y un buen plato de camarones o de langostinos ibéricos.
La última vez que estuvimos probé los huevos rotos con chistorra. No están mal, pero no tienen nada que ver con los de Lucio, mis favoritos. Lo que me encantan son las croquetas de jamón. No las noto nada saladas. Están en su punto.
En esta vinoteca hay muchos platos típicos de la Galicia rural que casi no encuentras en otros locales como, por ejemplo, los cachelos. Estas patatas cocidas con piel las suelen servir con pulpo a feira.
Con hambre no sales. Las raciones son generosas, sobre todo las de fabada, las carrilleras de cerdo ibérico o el rabo de toro.
Os recomiendo la Vinoteca Borona, Pontevedra, un local con decoración moderna. Tan moderna que han puesto unos manteles negros en las mesas que no me gustan nada. Dice mi chico que son para que no se les vean las manchas. Por culpa de los dichosos manteles algunas veces nos quedamos a tapear en la barra y pasamos de pedir mesa.