Cuenca es una ciudad bonita para pasear tranquilamente sin ver las prisas que se ven en las ciudades grandes. En Cuenca parece que la gente no tiene prisa. Se toman la vida con una filosofía lenta envidiable.
Yo fui con unas amigas para hacer una de esas reuniones de chicas que tanto nos gustan. Nada de maridos y nada de hijos. Fue como recobrar la adolescencia o casi. Digo casi porque muchas de mis amagas se han vuelto demasiado serias desde que son madres. Querían ir a ver iglesias, me negué, pero acabé entrando en la catedral y pagando ocho euros por ver una exposición de objetos religiosos.
También hicimos una ruta en bicicleta por la zona del castillo. Acabé con las piernas doloridas. Yo dejé la bicicleta cuando vi que las cuestas se empinaban. Mis amigas, en cambio, siguieron dando pedaladas. Daba gusto verlas subir en bicicleta hacia las casas que tienen unos balcones preciosos. Los habitantes de Cuenca podrían sacar mucho dinero dejando que los turistas subiéramos a sus balcones. Yo pagaría por las vistas que se pueden disfrutar desde las casas próximas al castillo de Cuenca.
Acabamos nuestra visita en La ciudad Encantada. Una zona de senderismo bastante concurrida. Yo no hice mucho senderismo. Me senté en un banco y dejé que mis amigas hicieran ejercicio por aquellos senderos bien señalizados. Hacía un día precioso y no me apetecía nada andar. Aproveché ara adelantar trabajo con mi ordenador portátil sentada en plena naturaleza de la bonita ciudad de Cuenca.
Espero volver pronto para poder disfrutar el museo que han abierto en las casas colgadas. Esta vez estaban cerradas por reformas. Fue una pena. Me han dicho que el museo tiene cuadros que merecen mucho la pena. A mí me encanta la pintura.
Os recomiendo visitar Cuenca, una ciudad estupenda para pasar un día tranquilo con la familia o con tus amigas. Tiene muchos sitios que merecen ser visitados. Por ejemplo, las famosas Casas colgantes o el Puente de San Pablo, un puente en el que sientes vértigo por lo alto que es.