En La Quinta Inn North Phoenix encontré las camas más blanditas en las que había dormido en mi vida. Les hubiera comprado los colchones para mi casa si me los vendieran. Era como dormir encima de una nube de algodón. Mi marido no estaba tan contento porque prefiere las camas duras. Está convencido de que un colchón duro es bueno para la espalda. Mi espalda descansa mucho mejor sobre un colchón blando. No me importa lo que digan los médicos sino lo que dice mi cuerpo.
Este hotel está a 20,9 kilómetros del estadio de la Universidad de Phoenix, donde mi marido iba a impartir una conferencia. Por eso lo elegimos. Queríamos un alojamiento que no nos quedar muy lejos de la Universidad ni demasiado cerca porque es bueno desconectar del trabajo, sobre todo cuando estás en el extranjero.
El hotel está bastante bien, pero no a la altura de los hoteles españoles. Me gustaron más los exteriores que los interiores. Por ejemplo, había una piscina al aire libre y un gimnasio donde pasé muchos momentos de ocio. Todos los días se sirve un desayuno continental en un salón poco atractivo. Es casi como el salón de la casa de una familia numerosa con su decoración pasada de moda en tonos marrones claros.
Las habitaciones no son lujosas, pero sí espaciosas, sobre todo si te tocan las más cuadraditas. La nuestra era alargada, con una zona de sala de estar casi más amplia que la parte de la cama. Hay conexión Wi-Fi gratuita en todas las habitaciones. En nuestra habitación funcionaba muy bien.
Nuestra habitación del La Quinta Inn Phoenix North tenía un televisor de pantalla plana con canales por cable. Estaba amueblada de forma sencilla, y disponía de aire acondicionado y cafetera. Mi marido aprovechó para ponerse hasta las cejas de café. Es muy cafetero. Así está siempre al borde de un ataque de nervios el pobre.
Nos sirvieron un desayuno con gofres y cereales. También había fruta fresca y productos horneados. El café y el jugo están incluidos en el precio. Yo me limité a comer fruta fresca porque estaba haciendo una dieta de adelgazamiento.
La lavandería del hotel es con monedas. Gasté una pasta en lavar toda la ropa que llevamos. Monedita a monedita los lavados te acaban saliendo bastante caros. Yo hubiera lavado la ropa en la bañera, pero decidí no pasar tanto trabajo. Mi marido podía pagar la lavandería.
Os recomiendo este hotel. No es demasiado caro y ofrece unos servicios aceptables. Eso sí, no esperes encontrar la calidad hotelera que hay en España. El personal es muy amable, pero le falta algo de profesionalidad. Son de los que sonríen mucho sin matarse a trabajar.