Todavía no me he recuperado del fin de semana que pasé con mi chico en lo que se suponía que iban a ser unas vacaciones como las de las actrices famosas en los años dorados del cine mundial. Fue como ir a la Historia remota a pasar penalidades. En mi vida me había alojado en una casa tan vieja que te venden como un hotel de lujo. Me refiero a la Villa Marie Saint Tropez. Es sencillamente horrible.
Miraba para el techo y sólo veía vigas de madera que parecían que iban a ceder en cualquier momento dejando caer el techo pintado de blanco sobre la gran cama de matrimonio. Si el dormitorio no me gustó, menos me gustó el cuarto de baño donde encontrabas todos los sanitarios dignos de un anticuario. Me costó meterme en una bañera que olía a siglos pasados. Mi santo decía que era una bañera muy cara, con sus patitas y esas cosas. El lavabo parecía sacado de la casa de mi bisabuela. Casi me sorprendí que por aquellos grifos que las camareras de piso se empeñaban en quitarles brillo saliera agua.
No, yo no vuelvo ni que me paguen a la Villa Marie Saint Tropez. Lo único que me gustó de esta vieja casa es que estuviera rodeada por un jardín provenzal. Me encantan los jardines. No hay nada que me dé más tranquilidad que un jardín para pasear sola o con mi santo. Pudimos disfrutar de una bebida en el jardín y también en el bar.
En todo caso, se nos pasaron pronto los dos días que estuvimos en esta casona francesa. Fuimos al gimnasio y a terapias de relajación y masajes. tienen unas masajistas que te dejan el cuerpo nuevo. Mi marido no quería apuntarse a los masajes y no se apuntó, sólo se apuntó a pagármelos. Es un sol.
No os recomiendo ni os dejo de recomendar esta villa francesa. Para gustos colores. Yo he estado en alojamientos en Francia que están mucho mejor que esta vieja villa. Las cinco estrellas les quedan sobradas.