Estuve por viaje de negocios en Singapur y me alojé en el Marina Bay Sands, un hotel lujoso y tan completo que no necesitas salir. Puedes disfrutar de una piscina infinita, de un spa de ensueño, de bares, restaurantes, una galería de tiendas de marca... Yo hice todas mis compras allí dentro. Esto te da mucha seguridad cuando estás en un país que no es el tuyo y del que no confías mucho por lo que tiene de cultura distinta. Además, cuando viajas sola te vuelves más precavida.
Tienes que subir a lo que es la terraza de arriba de todo. Hay un restaurante y unas vistas maravillosas de la ciudad. Yo subí de noche y eché de menos a mi chico. Me apreció uno de los sitios más románticos del mundo.
La habitación era enorme. Fue una pena que la empresa no me hubiera reservado una suite porque eran divinas. Vi la de unos amigos míos y quedé sin habla. Aquello era la definición del lujo. Mi habitación también era lujosa y estaba limpia como los chorros del oro.
Nunca olvidaré aquellos despertares míos con una ventana que era como una pared completa enmarcando la ciudad de Singapur. Me sentí como en el paraíso. Todos los días me traían una fuente con fruta fresca durita, como a mí me gusta. No necesitaba bajar a desayunar porque con un plato de fruta tienes de sobra para empezar el día, sobre todo cuando estás intentando adelgazar algún kilo.
Tenía un televisor de plasma precioso, un escritorio con un ordenador para conectarme sin pagar extras a Internet, había una zona de saloncito con sillones y un sofá en el que eché más de una siesta por la tarde. El cuarto de baño era muy moderno. Todos los sanitarios se veían nuevecitos. La ducha tenía un chorro de agua regulable. Había una bañera de hidromasaje. Secadores de pelo a falta de uno me dejaron dos y no estaban sujetos a la pared. Allí no temen que les lleves nada. Y, aunque les marches con un secador de pelo, no les importa porque te lo cobran bien cobrado en el precio de la habitación.
Os recomiendo este hotel lujoso. Un cinco estrellas en Singapur que merece todas sus estrellas. Lo que más me gustó fue su galería de tiendas de marca. Fueron mi perdición. Mi marido, cuando le conté que tenía todas las tiendas de mis tentaciones en los bajos del hotel, se volvía loco en casa. Pensaba que iba a dejarle la cuenta a bajo cero.