Uno de los productos imprescindibles en mi neceser de verano son los polvos de sol, especialmente porque no quiero parecer un fantasma (por la blancura de mi piel) y hace años que no tomo el sol directamente en la cara para evitar manchas solares, arrugas prematuras y demás efectos del fotoenvejecimiento.
Para las que somos blanquitas no es tarea fácil encontrar unos polvos de sol que nos aporten un tono natural y realcen el tono dorado que tanto esfuerzo nos cuesta coger.
Después de probar muchos polvos de sol de diferentes marcas y dejando a un lado mis favoritísimos (los Terracotta de Guerlain en su versión para rubias), los Laguna de Nars son mi segunda opción preferida.
Son muy suaves y ultra ligeros y, además, se trabajan fácilmente, permitiendo difuminar para lograr el acabado perfecto en la piel sin que queden antiestéticas ronchas y, lo que para mí es más importante, me aportan un tono bronceado muy natural, con unas ligerísimas partículas de brillo, tan sutiles que realzan el tono natural de la piel sin sobrecargarlo. Este punto es su principal atractivo para mí, ya que otros polvos de sol tienden a naranja y no favorecen en absoluto. En el caso de los Laguna, sus pigmentos verdes neutralizan ese viraje a naranja que tanto detesto en los polvitos bronceadores. Las micropartículas doradas de las que os hablo no son shimmer y no se notan en la piel como tal.
Su textura me entusiasma: es sedosa, nada polvorienta y su duración en la piel es muy elevada, a pesar de que son bastante menos pigmentados que otros coloretes de Nars.
La polvera contiene 8 gramos y tiene un precio de entre 32€ y 40 euros. Es un producto caro, pero debido a su gran cantidad (es más grande que un colorete de Nars) puede durarnos una eternidad, con lo cual compensaríamos el precio. Aun así, son un poco más baratos que los Terracotta de Guerlain y a mí me dan un resultado sensacional.