Nunca olvidaré las seis horas que pasé andando por la ruta de los siete pueblos del Valle del Roncal en Navarra. Mi marido decía que la ruta se hacía en sólo dos horas. Se informó mal. Nos llevó seis horas, y eso que iba en calzado adecuado para andar por aquellos caminos olvidados por la mano del dios urbano.
Todo fue andar y andar. Sólo paramos para comer unos bocadillos en una cueva que antaño usaban los pastores como refugio. A mí andar me da mucha hambre. Mi marido, en cambio, casi no necesitó comer. Le bastó con ver la vegetación alpina por un lado y la vegetación mediterránea por el otro para sentirse saciado de felicidad. Hay que reconocer que el paisaje del Valle del Roncal es imponente. La cascada del río, la poza, la vegetación... No te deja indiferente.
Tampoco te deja indiferente la arquitectura tradicional bien conservada que ves en todos los pueblos de la ruta de los siete pueblos. Mis hijas nos preguntaban si eran casitas de cuento. No les faltaba razón. Había casas que eran dignas de un cuento infantil. En la arquitectura no civil no debes dejar de visitar la iglesia-fortaleza de San Cipriano y la Casa de la Memoria, un museo que estaba cerrado cuando pasamos nosotros. En la iglesia tampoco entramos porque yo quería terminar la ruta cuanto antes. No aguantaba mucha más caminata.
Os recomiendo esta ruta. Y os recomiendo más el queso del Roncal. Cuando lo pruebas te das cuenta porqué es tan famoso. Yo compré tres para llevar para mí, para mi madre y para mi suegra. Hubiera comprado más, pero mi marido no quiso. Decía que parecía que estábamos haciendo estraperlo.
La ruta es mejor hacerla en verano. Nosotros fuimos un día otoñal y casi morimos de frío. Yo eché en falta un jersey más grueso debajo de la cazadora.