Cuando mi chico me dijo que íbamos a ir a una finca platanera, me imaginé una casona en el Tenerife profundo. Nada de eso el hotel de La Plantación del Sur (Tenerife) es un hotel de los de sol y playa, sólo que está en lo que en su día fue una finca platanera. En total hay unas 143 habitaciones y 43 villas exclusivas. Nosotros cogimos dos habitaciones. Las villas estaban todas ocupadas. La gente siempre va a lo mejor.
En este hotel no te aburres. Es perfecto para ir con niños y también para ir sin niños. Mis hijas disfrutaron mucho con una salida en barco para ver los delfines. Les encantan los delfines. Yo creo que los tienen un poco idealizados. Incluso me pareció en esta ocasión que no eran delfines salvados, sino delfines de circo echados por allí para que los turistas los disfrutáramos.
Más que con los delfines me divertí con una cena-picnic bajo las estrellas. Tomé nota para organizarla en mi casa de campo. Los picnic siempre los asocias con la tarde, con el sol. Pues bien, bajo las estrellas son mucho mejores. Te pones filosófica. Mi marido aprovechó para darnos una clase de astronomía. Conocía todas las estrellas. Yo no reconocía ni la Osa Mayor.
De piscinas este hotel está casi sobrado. Digo casi porque el personal se tiraba a las piscinas que daba gusto. En las cinco piscinas del hotel había gente. Pero, al ser cinco, siempre encontrabas una piscina menos llena para poder nadar sin chocar con tus vecinos de brazadas. Poco fuimos a las piscinas. Habiendo dos preciosas playas cerca no hacían falta muchas piscinas. La playa que más le gustaba a mi marido era la de la Caleta. Yo y las niñas fuimos más veces a las playas del Duque.
Os recomiendo este hotel. La Plantación del Sur (Tenerife) lo tiene todo para hacerte feliz. Hasta tiene buena comida en sus cuatro restaurantes. ¿Y qué decir del maravilloso Nammu Areas Spa? Yo no quería salir de aquellas aguas que me dejaban nueva.
La Plantación del Sur (Tenerife) merece las cinco estrellas que tiene. Nuestras habitaciones eran espaciosas, luminosas, con camas blanditas y geniales. Me gustó el empapelado que había detrás de los cabeceros de unas camas de dosel sin las agobiantes cortinas. Los sillones en los que se podía echar la siesta eran maravillosos. Y la limpieza perfecta. Venían dos veces al día a limpiar la habitación.