Atenas es más que su famosa Acrópolis. Lo descubrí en el último viaje que hice como mi chico a la capital de Grecia. Estaba cansada de hacer turismo cultural, de ver la Acrópolis y todas las viejas piedras que Atenas heredó de sus ciudadanos antiguos. Quería ver una Atenas diferente, una Atenas del siglo XXI. Lo conseguí. Y os aseguro que la disfruté más en estas pequeñas vacaciones gastronómicas y de ocio nocturno y diurno que en otras vacaciones en las que no hacíamos otra cosa que unas prácticas de Historia del Arte.
Empezamos nuestro recorrido en Psirrí, un barrio gentrificado que se ha convertido en la zona molona de la ciudad. Psirrí conserva el toque local de toda la vida pese a la modernidad que han llevado a sus edificios los nuevos residentes. Este barrio está en el centro de Atenas. Tiene muchos bares, terrazas y tabernas. Nosotros fuimos a Arodou. Mi marido se animó a probar el aguardiente. Yo no me atreví con ninguna bebida alcohólica. No me gusta beber alcohol. Lo que sí me gusta es la música en directo. La del Arodou estaba muy bien. Para ir al Arodou fuimos andando. Nuestro hotel estaba cerca. Pero, si vienes desde más lejos puedes prescindir de coche: tienes el metro justo enfrente de la puerta del bar. También en este barrio está la tienda de sandalias donde compré sandalias para todas las mujeres de la familia. Se llama Spyridakis.
Nuestras vacaciones en Atenas también tuvieron algo de turismo cultural. Mi marido se empeñó en subir a la colina de Filopapos. Quería fotografiar los destellos de la Acrópolis entre los árboles que jalonan la ruta. Fuimos hasta la parte de atrás del monumento de Filopapos. Por allí hay un promontorio que tiene las mejores vistas de Atenas. Más fotos sacó mi chico. El pobre es víctima de la cámara de fotos. Le saca una foto a todas las maravillas que encuentra en su camino.
Puestos a seguir fotografiando, no pudo marchar de Atenas sin irles a sacar unas fotos a los soldados del cambio de guardia. Tiene su gracia, hay que reconocerlo. Los evzones llevan unas falditas con 400 pliegues, uno por cada año que los otomanos ocuparon Grecia. Los vimos también en la tumba del soldado desconocido en el Parlamento. Yo ya los había visto otras veces. Me sorprende que tengan semejante vestimenta en un país republicano. Por cierto, también están en el izado de la bandera de la Acrópolis que hacen los domingos.
No nos perdimos el Mercado Central. Es un mercado con tascas y tabernas. Si quieres comer barato en Atenas, tienes que ir a esas tascas del Mercado Central. Nosotros no comimos nada porque como que no me convencían las comidas que tenían por allí. Nos limitamos a pasear. Es una zona de mucho gentío.
Donde sí comimos fue en Karaköy Güllüoglu. Venden los mejores dulces de Atenas. Son pasteles con mucha miel, pistachos, almendras, nueces sobre una base de pasta silo que me recordó en su sabor al pelo de ángel. Si hubieran estado mis niñas allí, se hubieran vuelto locas con aquellos dulces. Fueron los culpables de que yo engordara dos kilos.
Os recomiendo visitar Atenas pasando un poco de su Acrópolis. Descubres una Atenas diferente. Hasta puedes hacer paseos románticos con tu pareja. Mi chico y yo nos fuimos de noche al paseo que circunvala la Acrópolis, el Apostoloy Pavlou. Está muy bien iluminado y me pareció seguro.