El nombre de la rosa, novela de Umberto Eco, cuenta la historia del franciscano y antiguo inquisidor Guillermo de Baskerville que acompañado de su discípulo, el novicio Adso de Melk, es requerido en una abadía benedictina ubicada en los Alpes italianos para esclarecer el misterio de la muerte de uno de los monjes de la abadía, el joven miniaturista Adelmo da Otranto...
El escenario, una solitaria abadía medieval famosa por su impresionante biblioteca con estrictas normas de acceso, es increíble: aparentemente tranquila, es la atmósfera ideal para que pululen por ella los personajes, monjes casi todos, misteriosos, siniestros y sospechosos en su mayoría: la segunda víctima, Venancio de Salvemec, un traductor de manuscritos, especialista en griego; Berengario de Arundel: Ayudante del bibliotecario y tercera víctima; Severino da Sant Emmerano, herbolario de la Abadía y cuarta víctima; Malaquías de Hildesheim, quinta víctima y hermano bibliotecario; Abbone da Fossanova: abad y sexta víctima; Bencio de Uppsala, estudiante de retórica; el monje más anciano, Alinardo da Grottaferrata; Remigio de Varagine, cillerero, etc...
Naturalmente, por encima del conjunto destaca el protagonista, Fray Guillermo de Baskerville, una especie de Sherlock Holmes medieval. Observador, inteligente, rápido de reflejos y muy diplomático.
El novicio Adso, que narra la trama en primera persona, es un personaje que me despierta mucha ternura.
Se trata, en definitiva, de un relato absorbente y absolutamente recomendable, con una trata intrigantemente policíaca y apasionante. En mi opinión, una de las mejores novelas europeas de la década de 1980, a pesar de su densidad literaria y filosófica y de que contiene algunos pasajes un poco pesados, algunos de ellos en latín.