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mano5chi
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Acerca de:Los ojos del dragón [Stephen King]
Ventajas:Los recursos que emplea el autor para insuflar interés a la historia
Desventajas:El planteamiento demasiado simplón
Lo diré sin rodeos: aquellos que consideren que Stephen King solamente escribe novelas de terror, es que no conocen su obra con la profundidad suficiente.
Junto a algunos de sus trabajos terroríficos más famosos (como El Resplandor, It o Cementerio de Animales), también aparecen dramas realistas de gran calado (Carretera Maldita, Eclipse Total, La Milla Verde) y algunas obras de ciencia ficción (La Larga Marcha, El Fugitivo, Tommyknockers).
Además de los géneros que acabo de mencionar, King también parece mostrar gran interés por diversos elementos de fantasía, como demuestran la saga de la Torre Oscura, el Talismán o Casa Negra. Sin embargo, estos componentes, más o menos dispersos, nunca alcanzaron mayor grado de pureza que en 1987, cuando King sorprendió a sus seguidores con la publicación de una obra netamente de fantasía. Una novela plagada de príncipes, magos, intrigas, venenos y encantamientos cuyo título fue Los Ojos del Dragón.

En el lejano reino de Delain, había un rey llamado Roland. A pesar de que no era mala persona, jamás destacó por su rapidez de pensamiento, por lo que siempre confió en su fiel consejero, un escalofriante mago llamado Flagg.
Debiendo proveer de herederos al reino, Roland se casó, a una edad avanzada, con Sasha, una joven llena buenas cualidades que, con el paso del tiempo, se convirtió en una figura muy querida para sus súbditos. Concibió dos hijos, Peter y Thomas, muriendo durante el parto de éste último.
Peter parecía destinado a ser el nuevo rey cuando su padre muriera, pero Flagg (que ya había estado detrás de la muerte de Sasha), asesinó a Roland y se las arregló para que el joven príncipe pareciera culpable del crimen. Al fin y al cabo, el mago no quería perder su posición de privilegio como consejero real y Thomas resultó ser, a todas luces, un muchacho menos independiente y agudo que su hermano. Era el heredero perfecto.
Sin embargo, en el plan de Flagg hubo un pequeño fallo. Alguien presenció el asesinato del rey Roland…alguien podía sacar al pobre Peter de su prisión para que el reino de Delain se deshiciera, por fin, de la maligna influencia de Flagg.

La impresión que me produjo este libro nada más terminar su lectura fue que, si bien me encontraba ante una novela de fantasía en toda regla, decididamente era una bastante simple y maniquea. La construcción de personajes bebe tanto de arquetipos clásicos que, en muchas ocasiones, más bien parece que estemos leyendo un cuento de hadas. Flagg es un villano tan villanísimo que no sólo conspira a espaldas del rey para imponer su siniestra voluntad sino que, además, vive en un sótano atestado de pociones humeantes y con telarañas en los rincones.
Peter, el héroe de la historia, siempre se comporta del modo objetivamente más justo, nunca trata mal a los campesinos y, para colmo, soporta su falsa acusación con una dignidad envidiable.
Incluso Thomas, que en un principio podría considerarse un carácter algo más complejo, responde al tópico de chico con corazón de oro, aunque víctima de las circunstancias. Creo que ya sabéis qué quiero decir.

Esta simplicidad narrativa tiene dos efectos principales. Por un lado, convierte a Los Ojos del Dragón en una novela muy fácil de leer (porque, en definitiva, trata de cosas que ya conocemos), pero, por otro lado, hace que la trama resulte un poquito exasperante por lo previsible. Sabiendo lo que ya sabéis del libro, ¿tenéis alguna duda de cómo terminará?

Sin embargo, King sale bastante airoso del reto de insuflar a este trabajo interés suficiente como para no abandonar su lectura.
En primer lugar, busca constantemente la simpatía y complicidad del lector mediante abundantes alusiones directas. Frases como “yo estoy convencido de esto, y espero que a su debido tiempo también lo estéis vosotros” o “esto es algo que deberéis resolver por vuestra cuenta, una vez me hayáis escuchado hasta el final” pueblan la narración, haciéndonos esbozar una encantadora sonrisa cada vez que las leemos.
En segundo lugar, mantiene una línea de desarrollo clara y bien explicada, a fin de evitar que los lectores se sientan perdidos, mediante frecuentes adelantos de detalles de la trama que, al mismo tiempo, actúan como una suerte de cliffhangers que instauran en la audiencia un deseo de avanzar. No me negaréis que afirmaciones como “Thomas desempeñó un deshonroso papel en el encarcelamiento de su hermano” o “si se hubiera hecho esa única pregunta, todo habría tenido un mejor desenlace” invitan a averiguar los detalles de ese papel o cuál fue ese desenlace, respectivamente.
En tercer lugar, introduce en el relato una amplia gama de comentarios irónicos que no sólo hacen más amena la lectura, sino que también sirven para desbordar, en momentos muy concretos, las premisas de cuento de hadas sobre las que se asienta la novela. Comentarios que acercan el tono de Los Ojos del Dragón a la cuerda satírico-realista de, por ejemplo, Andrzej Sapkowski. Como muestra, este botón: “en los relatos, las princesas siempre eran bellas, a pesar de que la mayoría de princesas que conoció Flagg fueran productos defectuosos como consecuencia de una larga tradición familiar endogámica y estúpidas por añadidura”.
Por último, como una especie de bonus track, existe otro aliciente para la lectura del libro. Un incentivo destinado, esta vez, a los seguidores más fieles de King: una larga retahíla de alusiones a la saga de la Torre Oscura.
Desde el mismo personaje de Flagg, ampliamente presentado en Apocalipsis y con un papel muy significativo en dicha saga, hasta detalles menores, como la mención de la palabra baronía, este volumen seguramente supuso, para los fans de aquel lejano 1987, un manjar muy apetitoso con el que llenar la espera hasta la salida del próximo volumen de la Torre.

En resumen, Los Ojos del Dragón puede verse como la incursión más pura jamás realizada por Stephen King en el terreno de la fantasía. Se trata de una novela algo simplona y maniquea que sólo el talento del autor y la astucia con que emplea su bolsa de trucos, rescata de la quema. Una lectura no demasiado enriquecedora, pero indiscutiblemente agradable.
Fecha:19:03:02 11/09/11
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Categorías:Ocio y cultura