En el centro de Santiago de Compostela, en concreto, en la Rua do Franco, encontramos el restaurante Abella. No es un restaurante que te llame la atención cuando pasas por la calle.
A mi marido se lo recomendaron unos amigos y allí nos fuimos. Nada más entrar vimos la pecera con los mariscos vivos y apelotonados. Seguías bajando la escalera y llegabas a una barra que estaba a tope de gente. Para ir al comedor había que bajar otra escalera más. el restaurante Abellá no es un local para personas con problemas de movilidad.
Las paredes de piedra del local están decoradas con billetes enmarcados, tanto de España como de otros países.
Mi marido se animó a probar las famosas tapas de cocodrilo que le había recomendado su amigo. Yo no quise ni probarlas. Sabe Dios lo que era aquello. Me di un festín de almejas, cigalas, langostinos y vieiras, unas de las más ricas que comí en mi vida. El marisco lo sirven con lechuga y limón.
No tengo queja del personal. Todos los camareros fueron muy amables con nosotros.
La mariscada nos salió a unos 35 euros cabeza. No está nada mal. En Madrid pagamos mucho más en cualquier restaurante y el marisco no es tan bueno como el del restaurante Abellá. Salimos contentos. Los vinos eran aceptables. Nos cobraron 9 euros por botella. También servían sangría.
Estuvimos cómodos en una mesa de dos. Había mesas de cuatro comensales. No muchas. El salón era de reducidas dimensiones. Cuando lo veías, entendías que la gente estuviera en la barra. No tenías demasiada intimidad porque las mesas estaban bastante juntas para mi gusto.