Hola, amigos de Xakia:
Londres, la capital del Reino Unido, es una de las ciudades más importantes de Europa, con muchos lugares a visitar. Por tanto hace ya 14 años, en 1997, decidimos realizar una estancia de una semana en aquella ciudad para conocerla lo más a fondo posible.
Contratamos vuelos y hotel a través de una agencia de viajes, ya que entonces Internet no existía para el ciudadano común. Volamos desde Valencia con la British Airways, que nos dio la desagradable sorpresa en forma de avería de su avión, por lo que salimos alrededor de las 16 horas con casi 6 horas de retraso. Primer disgusto porque ya perdimos esa tarde, en la que pensábamos dar una primera vuelta por la ciudad.
Lo primero que pudimos apreciar en el recorrido desde el aeropuerto de Gatwick hasta nuestro hotel es la enorme extensión de Londres y su área metropolitana. Tardamos más de 1 hora en llegar al hotel atravesando gran parte de la ciudad de sur a norte.
Nos alojamos en el Hotel Royal Nacional, enclavado no lejos del Museo Británico. Era un hotel enorme, que es posible que fuera el más grande de todo Londres y bastante anticuado. Nos dimos cuenta en seguida del porqué de su precio bajo. Calidades más bien bajas, un hotel que necesitaba una buena reforma. Solíamos cenar allí en su restaurante autoservicio. Eso sí, los desayunos era lo mejor, abundantes y copiosos.
Dejando a un lado el hotel, y tras darnos cuenta en nuestro viaje a Roma dos años antes del error de no contratar ninguna excursión fuera de la ciudad, contratamos un par de excursiones de día entero:
-Una a la ciudad balneario de Bath, casi en el límite con País de Gales, visitando antes por los dólmenes de Stonehenge, enclavados en medio de la llanura del sur de Inglaterra.
-La otra a Cambridge y sus escuelas universitarias, visitando por la tarde el palacio de Woburn.
Los días restantes los empleamos en recorrer Londres a nuestro aire. Moviéndonos con nuestro plano, andando frecuentemente y para mayores distancias recurriendo los autobuses públicos (los famosos rojos de 2 pisos) y no el metro, para poder ir viendo la ciudad, y con mi inglés de nivel básico como todo bagaje para comunicarnos con los londinenses fuimos visitando la mayoría de las zonas del centro de la ciudad y algún arrabal que otro. Entre otros vimos
-La City y su frenética actividad financiera, la catedral de St. Paul´s y sus tumbas como la del almirante Nelson, el Monument (una columna de más de 50 metros desde donde tras subir un montón de escalones se podía disfrutar de una excelente vista del centro de Londres), la Torre de Londres con toda su historia, sus joyas de la corona, sus cuervos y sus peculiares centinelas o "beefeaters", el puente de Londres (que cruzamos), el crucero por el Támesis.
-La abadía de Westminster, el Parlamento, la calle donde reside el Primer Ministro (Downing Street, 10-cerrada al público, claro está), Trafalgar Square, Picadilly Circus (centro de la animación), el Soho y su bohemia al sur de Oxford Street.
-Los parques, como el de St. James y sobre todo el enorme Hyde Park, con su hierba verde, verdísima, con sus tumbonas de alquiler y sus omnipresentes ardillas, el Palacio de Buckingham y su cambio de guardia a las 12 horas, Oxford Street y sus tiendas y grandes almacenes como Marks & Spencer o Selfridge´s, Chinatown, el antiguo mercado del Covent Garden.
-El barrio de Kensington, con el mercadillo de Notting Hill-Portobello Road repleto de multitud de puestos de todo tipo. Como fuimos en agosto estaba en pleno apogeo el carnaval y destacaban la cantidad de puestescillos de caribeños y africanos exponiendo sus variadas mercancías, todo un microcosmos afrocaribeño en pleno Londres.
-El barrio de Chelsea, con sus casitas unifamiliares, los grandes almacenes Harrodss (en donde sólo miramos pero no compramos)
-Hacia el sudeste de la ciudad, el parque de Greenwich y su observatorio, con la línea que marca el punto por donde pasa el meridiano 0, y su buenas vistas sobre la ciudad y el río.
-El inmenso Museo Británico, con su fachada principal de estilo clásico y con todos sus tesoros en el interior (algunos de ellos robados en guerras y colonizaciones). Gratuito y con un calor insoportable en su interior.
-El renacentista palacio de Hampton Court, enclavado al suroeste de la ciudad. Llegamos hasta él en un tren de cercanías desde Waterloo Station. Construido en ladrillo de un característico color rojizo, lleno de chimeneas y sus enormes cocinas, Goza de unos preciosos jardines, junto al Támesis, que incluyen el "Maze" (laberinto), Hampton Court fue la residencia favorita de Enrique VIII. Es el palacio que más nos gustó de todos los que vimos en el viaje.
Ciudad enorme, abrumadora, cosmopolita hasta la exageración, con presencia de todas las etnias, culturas, religiones, siempre concurrida y animada en todas sus calles, alegre y bulliciosa. También cara en comparación con España, al menos en 1997, ahora no sé cómo estará la diferencia de precios. Con una oferta gastronómica escasa y cara, con pocos restaurantes en comparación con cualquier ciudad española y muy, muy caros. La gente, y nosotros entre ellos, recurría a los sencillos "Fish and chips" (pescado con patatas) o a las casas de comida preparada, en especial sandwiches. Acabamos hasta el gorro de tanto sandwich. Sólo nos podíamos desquitar comiendo buena comida caliente en las excursiones. ¡Qué buenos aquellos filetes!
Los ingleses en general eran correctos y atentos, pero fríos, sobre todo los naturales. La gente de etnias foráneas eran más efusivos y cálidos en el trato con el visitante.
El tiempo se portó bien con nosotros. Fuimos en el mes de agosto y casi todos los días lució el sol e incluso algún día la máxima alcanzó los 30 grados. Sólo llovió un poco el día anterior a nuestro regreso, en nuestra visita al palacio de Hampton Court, día en que la temperatura bajó bastante y hubimos de llevar las chaquetas. Al día siguiente Londres nos despidió con lluvia y frío. Tuvimos mucha suerte desde luego.
Londres resultó ser para nosotros una ciudad espectacular, y nuestra visita constituyó una experiencia inolvidable que casi 14 años después aún recordamos con cariño. Aunque todo hay que decirlo, Roma nos gustó más, tenía un aire de complicidad y un carácter más acogedor con el visitante que no encontramos en Londres.
Ojalá se pudieran hacer más viajes como estos con frecuencia, porque son experiencias muy enriquecedoras y recomendables. En los últimos años hemos de conformarnos con recorrer nuestra península, que afortunadamente tiene muchísimo que ver, pero algún año de éstos esperamos poder salir a ver algún otro país europeo.
Muchas gracias por la atención y un saludo a todos.