No quedé muy contenta del SANA Executive Hotel de Lisboa. Esperaba más de un tres estrellas o tal vez, esperaba que un tres estrellas en Portugal fuera tan bueno como lo son la mayoría de los hoteles tres estrellas españoles, y muchos portugueses también.
Es un hotel bien comunicado, pero alejado del centro de la ciudad. Tienes unos veinte minutos de coche hasta las calles más céntricas de Lisboa, lo cual es un lío si vas a Lisboa en plan turista. Yo no iba de turista y aun así no me resultó nada cómoda la ubicación en las afueras.
Por dejar el coche en el parking del hotel me cobraron un extra. ¡Ni que estuviera en el centro de Lisboa! Eso sí, me dijeron en un castellano digno de los de Valladolid que el parking era de pago. Todo un detalle. Con el idioma no tenías problema. Desde los de recepción hasta el último camarero encontrabas gente que hablaba español.
Mi segunda desilusión fue la hora del desayuno. A las diez de la mañana se acababa el tiempo para desayunar. Ni cuando vivía con mi madre tenía semejantes horarios. El primer día me quedé sin desayunar y tuve que buscarme la vida en una cafetería fuera del hotel. ¿Vale la pena madrugar para desayunar en el comedor del hotel? Por supuesto. Desayuno es muy variado: zumos de naranja natural, fruta muy fresca, cereales, yogures con fecha de caducidad lejana, café delicioso. Es un desayuno de gran calidad.
Mi habitación no era grande, pero tampoco pequeña. Tenía de todo, desde minibar hasta un receptor de radio. Lo mismo puedo decir del cuarto de baño, en el que destacaría el secador de pelo. En mi vida había visto un secador tan rápido a la hora de secarme la melena. Me vinieron ganas de comprárselo.