Está en la urbanización Las Gaviotas de Mallorca, en concreto, en la Playa de Muro, este hotel de amplias habitaciones, trato amable por parte de sus empleados y buena gestión.
Los recordaré siempre porque me enviaron a mi casa unos peluches de mi hija que se me habían olvidado en el armario sin cobrarme ni un solo euro por el favor.
En la decoración de las habitaciones, así como en la de las estancias comunes predomina el color blanco y la madera. Es una decoración minimalista y funcional. No echas nada de menos ni te sobra nada.
Todo estaba muy limpio. Se notaba que limpiaban a fondo a diario.
Inolvidables fueron también los combinados que preparan en el bar. Son perfectos para los borrachos y poco adecuados para personas que no nos damos a la bebida. Allí tomé yo la ginebra que me sentó más mal en mi vida. Era tremendamente fuerte. Mi marido se animó con un cóctel y no pasó del segundo trago. Decía que lo mataba.
Eché de menos un televisor más grande. Parecía ridículo tan diminuto en una habitación inmensa. El sofá de la suite era muy cómodo, más que la cama. Sofá blando y cama dura.
Las dimensiones del cuarto de baño eran notables. La ducha enorme. En el cuarto de baño nos dejaron las toallas para la piscina y dos albornoces. Por haber hasta había una crema corporal que le encantaba a mi esposo. Es muy dado a las cremas desde que se apuntó a la moda metrosexual.
No pasamos hambre. Podías comer en el restaurante del hotel bastante bien y saciarte en el buffet del desayuno, como hacía mi marido.
Tampoco nos aburrimos. Había hasta animación por la noche. Pero el hotel era tranquilo, pese a estar a pocos metros de una playa muy concurrida.