El Hotel Travelodge City Liverpool Street de Londres parece más un edificio de oficinas por su fachada que un hotel.
Me gustó más su interior. Tiene una recepción coqueta, muy limpia, con folletos para los turistas y máquinas expendedoras de bebidas donde tú misma puedes comprar lo que te apetezca tomar.
El personal es muy amable, eficiente, rápido. En este hotel hay que pagar por adelantado.
Nuestra habitación estaba decorada en tonos cremas, como el resto del hotel y a juego con el color de la fachada.
Además de bolsitas de té y café nos dejaron chocolate para preparar, cosa que encantó a mi marido, pues él es muy chocolatero.
La cama era bastante cómoda. Teníamos una almohada extra. Lo que me gustó menos es que la ventana se abriera sólo medio palmo. Debían temer que alguien se le tirara a la calle en una situación de desesperación personal.
Nuestro cuarto de baño era pequeño. Tenía inodoro, lavabo, ducha, nada de bañera. Tuvimos que pedir más toallas porque sólo nos habían dejado dos. También más jabón. Con una pastilla no era suficiente.
Lo mejor era el restaurante. Tenía unas vistas preciosas. el patio donde te servían estaba empedrado, con muchas sillas y maceteros floridos. Daba gusto sentarse y disfrutar la comida en un ambiente tan relajado.
El menú era variado, mucho más de lo que yo esperaba. Nos sirvieron un pastel de cerveza que estaba para morirse. Rollitos de primavera, patatas fritas, ensalada, pizza, carnes,... Había de todo.
El desayuno era tipo buffet, un desayuno inglés completo en el que no faltaban tostadas, cereales, café. Yo el tocino y los huevos se los dejé a mi marido. Que engorde él.