En su día tenía la moto asegurada con Mapfre y un gracioso decidió que le gustaba y me la robó. El cabreo por mi parte fue monumental, y en seguida me vino a la cabeza mi fatal destino: no era tener que comprar una moto nueva, ni madrugar todos los días para coger el tren para ir al trabajo, no... ¡Tenía que vérmelas con mi aseguradora! Y en mi caso, la aseguradora era Mapfre.
Viendo lo que iba a venir, y para asegurarme de que no había ningún fallo por mi parte, pese a tener bastante poco tiempo libre en horario de oficina y evitar enviar la documentación por fax, decidí pasarme por las oficinas de Mapfre más cercanas a mi casa y entregar la documentación yo mismo en persona. Se me pasó por la cabeza grabar la hazaña en vídeo y sacarme una par de fotos con la señorita que había detrás del mostrador para dejar constancia, pero pensé que eso sería demasiado. ¡Ay, incauto de mí! Pues bien, la mencionada señorita me aseguró que tenía toda la documentación necesaria y que no me preocupase pero pasaban los días y nadie me llamaba de Mapfre, decidí llamarles yo, y tras unos cuantos líos con operadores y demás, y tenerme unos minutos escuchando cancioncillas machaconas de garrafón finalmente me atendieron y me dijeron que ellos no sabían nada de mi documentación, que no habían recibido nada, que probase a llamar pasados unos días. Pasaron unos días, hice el mismo rollo de pegarme con los operadores y esperar escuchando cancioncillas machaconas de garrafón, me atendió el que tenía que hacerlo y nada, que la documentación seguía sin llegar. Así que aquí estaba yo, sin moto, el seguro totalmente empanado...
Fui una segunda vez a las oficinas de Mapfre y les canté las cuarenta, y entre un mar de disculpas me volvieron a decir que no me preocupase y tal. El caso es que la cosa debió de surtir efecto, porque a los dos días me llamaron diciéndome que tenían toda la documentación y demás. Y a las pocas semanas, cuando el problema se solucionó, fui yo quien les llamé a ellos para decirles que tururú, que eran unos charlatanes y unos comediantes, que a mí no me la daban con queso y que me piraba. Y a día de hoy sigo con los trámites de baja, a la espera de cambiar de aseguradora. Por suerte, la policía encontró mi moto, que algún bestia había rayado, y la tuve que llevar al taller y demás. Pero bueno, el caso es que la tengo de vuelta y estoy a punto de librarme de los sinvergüenzas de Mapfre, esperemos que la siguiente aseguradora sea mejor.
Un saludo.