Carmex es, sin duda alguna, uno de mis productos fetiche.
Carmex se comercializa en distintos formatos: tarro, barra y tubo con gel, además de 4 olores: original, cereza, fresa y menta. No obstante, mi preferido es el clásico: un pequeño tarrito amarillo y blanco que contiene 7.5 gramos de un bálsamo bastante espeso, de consistencia similar a la de la vaselina y olor mentolado, pero agradable.
En cada aplicación hay que utilizar muy poco producto por lo que, aunque a priori el tarro parece muy pequeño, cunde una barbaridad. Una vez extendido con el dedito, deja un ligero brillo natural en los labios, por lo que puede usarse solo o como tratamiento previo a la barra de labios.
Sin embargo, lo mejor de Carmex es su eficacia: desde la primera aplicación notamos que deja los labios más suaves. Además, los protege del frío y del sol y ayuda a combatir las grietas o los temidos herpes labiales.
Tiene un SPF15, por lo que se puede usar todo el año, tanto en la playa como en la nieve.
Respecto a los inconvenientes del Carmex, encuentro que el intenso frescor que provoca en los labios puede resultar molesto para ciertas personas, aunque no sea mi caso.
Su precio es de 4,95 € y lo podéis comprar en farmacias, parafarmacias, Vips o El Corte Inglés.