La Mascarilla Purificadora de Clarins es una mascarilla para pieles mixtas y grasas, que promete limpiar, purificar y calmar la piel, dejándola mate y suave.
Hace años que vengo utilizando esta mascarilla, de presentación sencilla, durante los meses de verano, que es cuando mi piel brilla más.
De textura muy agradable y poco densa para ser una mascarilla, me resulta muy suave con la piel y, además, su tiempo de aplicación es adecuado para impacientes como yo: bastan de cinco a diez minutos.
Una vez aplicada, no deja la cara acartonada ni tirante cuando se seca. Sin embargo, mis poros quedan más cerrados y la textura de mi piel mejora considerablemente.
Por ponerle algún defecto a esta mascarilla, que se retira fácilmente con agua fresquita, citaría su olor a flores frescas, que no termina de convencerme y que se queda pegado a la piel varias horas después de aplicada la mascarilla.
Su precio, como el de todos los productos de Clarins, no es precisamente low cost, ya que ronda los veinticinco euros. Sin embargo, cunde muchísimo y puede llegar a durar hasta un año de uso semanal.