Frente a la Ermita de San Antonio de la Florida se encuentra Casa Mingo, una sideería castiza donde las haya, con más de cien años de historia a sus espaldas.
El local (un viejo almacén de material ferroviario), se reconoce con facilidad por su tamaño, por la piedra de sus paredes y por su soleada terraza bajo los plátanos del Paseo de la Florida. Dentro, una decoración rústica, a base de madera y con encanto, en la que destacan las cientos de botellas de sidra que decoran las padres de un salón ruidoso y un tanto oscuro.
Lo mejor de Casa Mingo es su pollo asado, tostadito y jugoso, que preparan también para llevar, pero que cada vez que voy, lo encuentro más pequeño.
El resto de la carta, que no es muy amplia, se completa con chorizo a la sidra, callos, fabada, lacón, queso de cabrales y empanada de bonito. De postre, tarta de sidra o de Santiago, por ejemplo.
En este sentido, Mingo me ha decepcionado mucho en mi última visita: yo recordaba otra cosa. Las ensaladas son procesadas y envueltas en film transparente, con un sobrecito de aceite y vinagre, como si fueran para llevar. No me gustan y, encima, no son baratas. El chorizo a la sidra, aunque no está malo, está recién salido del microondas. La empanada de casera no tiene nada en absoluto, la tortilla de patatas parece de esas que venden ya preparadas, los postres son industriales y así, sucesivamente…
Los precios son razonables para la ubicación y la solera de Mingo, aunque los encuentro subidos para el bajón de calidad que ha pegado: el chorizo a la sidra cuesta 3.50 euros, el pollo asado, 7.50 euros, la tortilla de patatas 9 euros, y el Flan Dhul (sí, así lo pone en la carta), 2.50 eurazos, por ejemplo.
El ambiente es informal, generalmente grupos de amigos o familias y turistas, muchos turistas.
Como no admiten reserva, en Mingo es dificilísimo encontrar un sitio donde sentarse. En la terraza, misión imposible y dentro… es difícil y mira que el servicio es rápido y los camareros (de los de toda la vida) se apresuran a intentar ubicar a todo el mundo… pero, ni por ésas…
En definitiva, otro local que se apunta a aquello de “Cría fama y échate a dormir” y que ha bajado mucho de calidad en los últimos tiempos. Aun así, su ambiente y su historia bien valen una visita.